SCOBY: una membrana contra el plástico
La Tierra
Por Angélica Rocío Serrano Farfán, Valeria Caltzontzin Rabell y Claudia Gutiérrez
27/11/2025
Era jueves por la tarde y pasé a recoger a mi hijo de seis años de su escuela. Como es típico, no podían faltar los carritos ambulantes de dulces, paletas congeladas y churritos. Mi hijo se acercó al carrito de dulces y escogió uno que traía un juguete: un conejito vestido de boxeador, con un botón en la parte trasera que hacía que los bracitos lanzaran golpes. Los dulces eran 12 chicles de colores contenidos en un cilindro transparente, el cual funcionaba al mismo tiempo de agarradera del conejo. Es decir, el dichoso juguete tenía más plástico que dulce. Sólo duró cuatro días, pues mi hijo lo traía de un lado a otro. Después, ya roto, el conejo terminó en el bote de la basura. Por este tipo de situaciones, desde hace tres años, he intentado convencer a mi hijo de no consumir tanto plástico, pero honestamente es una tarea monumental.
El plástico está presente en casi todas las actividades de nuestras vidas como en las envolturas y empaques de los alimentos, por ejemplo; casi todo lo que comemos y bebemos estuvo contenido en plástico, ya sean cajas de transportación o envolturas individuales. El Programa para las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha identificado graves consecuencias en nuestra salud debido a la contaminación por microplásticos; este hallazgo es irónico dado que muchos de nuestros alimentos se encuentran contenidos en plásticos [1].
El plástico es un material muy versátil, ya que puede almacenar y retener los tres estados de la materia. Para los líquidos, tenemos todo tipo de vasos, para los sólidos, tenemos cajas plásticas con tapa y sin ella; y para los gases tenemos envases con taparroscas que soportan diferentes presiones, así como hules que pueden sellar herméticamente las cajas plásticas. Si pensamos en alguno de estos contenedores nos daremos cuenta de que los tenemos en casa, pues los usamos cotidianamente para transportar nuestros alimentos, sustancias de limpieza, como muebles e incluso para proteger nuestros teléfonos. Como madre, estoy convencida de que sí podemos prescindir del plástico en ciertos aspectos de nuestra vida.
A lo mejor deberíamos dar un giro de 180° y empezar a pensar en diseñar nuestra basura. Si el conejito con chicles que le compré a mi hijo hubiera sido diseñado con un material que contemplara su uso por una semana (aunque probablemente mi hijo lo hubiera degradado de todas formas en cuatro días), a lo mejor en cuarenta días ese conejito ya se hubiera incorporado a la tierra. Lo que quiero decir es que deberíamos pensar en la vida útil de los objetos. Justamente, estaba reflexionando sobre esta idea, cuando Valeria entró a la oficina y me obsequió una botellita de kombucha con sabor a cardamomo de su negocio de fermentos.
El proceso de fermentación de la kombucha genera una celulosa bacteriana que se conoce como SCOBY, que es el acrónimo de Symbiotic Culture of Bacteria and Yeast; en español se traduce como colonia simbiótica de bacterias y levaduras. Lo podría describir como una gelatina de color blanquecina o marrón claro, con una textura peculiar, parecida a la de una esponja gelatinosa. Esta “gelatina” es el resultado de muchos procesos a nivel bacteriológico o dicho de otra forma, es el residuo de la producción de kombucha, la cual se obtiene mediante la fermentación de té verde con azúcares usando bacterias y levaduras [2].
El SCOBY tiene el potencial para reemplazar a los plásticos de un solo uso que usamos para conservar y transportar nuestros alimentos. Diversos artículos científicos han reportado que cuando los alimentos se colocan en contenedores fabricados con SCOBY su oxidación es más lenta, en comparación con los que se empaquetan con plástico [3], es decir que nuestros alimentos pueden conservarse en buen estado por más tiempo al usar este material [2]. También podríamos utilizarlo como película plástica cuando cortamos una rebanada de jitomate y guardamos el resto en el refrigerador.
Por si lo anterior fuese poco, es rápidamente biodegradable debido a su composición. Usualmente, el plástico que tiramos en nuestras casas termina en un relleno sanitario. En este lugar, el plástico requiere más de 100 años para finalmente degradarse o incorporarse a la tierra [4]. En contraparte, si el SCOBY siguiera el mismo camino del plástico sólo requeriría de seis meses para su degradación completa, pues está hecho de celulosa y puede reintegrarse al suelo; la celulosa es un tipo de plástico natural que se encuentra en los tallos y hojas de las plantas. A esto me refiero con diseñar nuestra basura.
Retomando el conejito boxeador, el contenedor de los chicles pudo haber sido fabricado de SCOBY porque fue el primer elemento que se rompió-perdió. Esta pieza cumplía la función de proteger los chicles del polvo y agentes externos, además de contenerlos juntos. Una especie de cápsula de SCOBY pudo satisfacer estas funciones. Hablando de diseñar la basura, se podría pensar que el conejito se fuera “rompiendo” con el uso y pensar en su rápida degradación y reintegración a la tierra.
El SCOBY no sólo nos sorprende por ser una alternativa sustentable a los plásticos, sino también nos maravilla con su belleza. Al colocarlo a contraluz, se aprecian las formas caprichosas y enigmáticas que se generan con la acción de las bacterias que lo producen. Podría pensarse incluso que es como una pintura al óleo y las bacterias son las artistas.
Estoy convencida de que el cultivo del SCOBY en casa podría ser una opción viable para guardar ciertos alimentos, ya que para llevar a cabo su cultivo no se requieren ingredientes especializados ni equipos de laboratorio. Actualmente el movimiento mundial “Do It Yourself” (DIY) o “hazlo tu mismo”, ha generado que alimentos fermentados como el kimchi, los búlgaros, la kombucha, entre otros, se estén comercializando de manera local. Les puedo compartir que, debido a la divulgación de información sobre la fermentación de la kombucha entre los productores locales se han generado muchos sabores de kombucha, como la de cardamomo, la cual recomiendo ampliamente.
Como relataba anteriormente, enseñar a un niño de seis años el impacto del consumo de plástico es una tarea compleja por todos los productos que nos rodean. Sin embargo, a lo largo de estos años, he podido enseñarle a mi hijo a cultivar el SCOBY y ha resultado muy gratificante. He puesto en casa varios cultivos para que él pueda observar su crecimiento, y actualmente es una actividad recurrente que disfruta observar. Le fascina la idea de que sea algo vivo, los microorganismos, lo que día a día genere una delgada membrana.
La gran enseñanza de las bacterias
En un día caluroso, Valeria y yo tomábamos una kombucha refrescante y me comentó que no sabía qué hacer con el residuo. Entonces, le pedí que guardara los SCOBYS de su producción en un frasco con tapa para que los pudiera llevar a mi casa y así poderlos reproducir.
El cultivo de SCOBY realmente funciona como la receta de la abuela que hay que seguir al pie de la letra; si no se hace de esa manera es probable que no crezca, se contamine con la mosquita de la fruta u otro hongo. A la mosquita de la fruta le encanta, porque esta sustancia gelatinosa tiene las condiciones ideales para su reproducción; de hecho, sólo basta con que un par de mosquitas de fruta entren al cultivo para que aquello parezca lombricomposta en miniatura. Una de las tantas características que tiene el SCOBY es que toma la forma del recipiente que lo contiene; esto significa que puede cultivarse con esquinas redondeadas, esquinas rectas, círculos o inclusive estrellas. Una vez que se ha formado debe secarse; en este proceso, se reducirá su espesor y su color cambiará de ámbar claro a ámbar oscuro. Para entonces se parecerá a una tela gruesa, pero impermeable y maleable, así como con cierta rigidez. Describir la textura y tratar de asemejar el SCOBY con otro material es difícil, porque tiene una combinación especial de texturas y propiedades muy características que sólo las bacterias y levaduras han podido constituir.
Mi hijo ha observado cómo se genera la celulosa día tras día, pese a que los cambios en el cultivo son apenas notorios de un día a otro; esto le ha enseñado a mi hijo el significado de la paciencia y la perseverancia. Cuando hemos obtenido el SCOBY en casa, mi hijo lo pinta con colorantes vegetales y lo usa como pegatinas traslúcidas que coloca sobre los vidrios de la casa.
Pegatinas que se disuelven en agua
El uso del SCOBY en casa es factible, pues puede ser cultivado para uso personal diario en pequeñas actividades. Conforme he seguido investigando y experimentando, me doy cuenta de los retos que tiene frente al plástico. Por ejemplo, su resistencia al agua y al vapor. Cuando entra en contacto con el agua, empieza a perder consistencia, y el material empieza a regresar a su forma de cultivo. De hecho, hace poco Valeria y yo hicimos un experimento en el que colocamos una pequeña muestra de SCOBY en agua destilada con un pequeño agitador que movió el agua por 24 horas seguidas. Lo que pudimos observar es que la pequeña muestra de SCOBY había perdido peso, lo cual resulta beneficioso, pues ¡es soluble en agua! Sin embargo, esto resulta ser al mismo tiempo una barrera para que pueda utilizarse ampliamente como el plástico, pero es una gran oportunidad de investigación. Como dato curioso, es gracias a su solubilidad en agua que puedo retirar las pegatinas de SCOBY de los vidrios de la casa, de otra forma ya casi no entraría luz a la casa.
Otro reto significativo es el desarrollo de tecnología para su producción. El desarrollo tecnológico de la industria de los plásticos lleva más de 110 años de desarrollo e innovación. En contraparte, el desarrollo y la investigación del SCOBY como alternativa al uso de plásticos lleva aproximadamente 20 años.
Un futuro biodegradable
Como consumidores tendremos que pensar diferente respecto a los empaques. Si envolvemos un sándwich en una bolsa plástica podremos meterlo en nuestra mochila, junto a nuestros cuadernos, sin temor de que los cuadernos se ensucien; es decir, sabemos por experiencia que la bolsa plástica resistirá la fricción y el ajetreo dentro de la mochila. En cambio, el SCOBY tendría una resistencia similar a las bolsas de papel de estraza, y por lo tanto podría romperse. ¿Estaríamos dispuestos a sacrificar la resistencia del plástico y en general, la comodidad que brinda el plástico, para tener un mundo menos contaminado? Se proyecta, en los próximos cinco años, la investigación y desarrollo de biomateriales aumente con el objetivo de contar con materiales resistentes y altamente biodegradables.
Actualmente, se está buscando utilizar el SCOBY en diferentes áreas. En un estudio que se realizó en Egipto descubrieron que es posible generar un apósito hecho a partir de SCOBY que ayuda a la cicatrización de heridas; lo mejor es que, para cultivarlo, emplearon grano molido de café ya utilizado [5]. Este tipo de investigaciones en las que se utiliza un residuo para generar otro producto creo que son fascinantes debido al impacto ambiental que esto conlleva. Otros residuos que se han utilizado son diferentes cáscaras de fruta como de piña, manzana, naranja y mango para producir SCOBY.
La búsqueda de materiales para realizar proyectos efímeros o temporales también llega a disciplinas de diseño como la arquitectura. En Londres, una universidad les pidió a sus alumnos de arquitectura que diseñaran una nariz gigante… sí, ¡una nariz gigante!, como elemento decorativo para un edificio de su facultad. Los alumnos realizaron el proyecto arquitectónico a partir de SCOBY. Para llevar a cabo el proyecto, diseñaron un armazón con la forma de la nariz gigante. Cuando obtuvieron la estructura lista, la forraron con lienzos grandes de SCOBY para que entonces se pudiera apreciar la nariz gigante en 3D [6].
Desde el diseño hasta la medicina, la búsqueda de biomateriales empieza a tener auge. Además de la celulosa bacteriana, hay muchos otros que están surgiendo como una nueva opción al plástico; también se está buscando el aprovechamiento de residuos, es decir utilizar lo que consideramos basura para generar otro producto.
Una amiga querida me platicaba que entrevistó a una señora en un mercado en San Miguel de Allende, y que la señora le platicó que hace mucho tiempo atrás ella vendía tunas en platitos de barro con puntas de maguey. Antes no estaba tan popularizado el uso de cubiertos desechables, entonces se utilizaban las puntas de maguey, las cuales son muy filosas para pinchar las tunas y comerlas. Con este ejemplo no me quiero salir del tema, pero sí deseo concientizar sobre el uso indiscriminado del plástico. Cuando lleven su sándwich en una bolsa de plástico, consideren sólo usar una servilleta, tela encerada o una bolsita de tela reusable… hay muchas otras opciones. La ciencia y el desarrollo tecnológico podrán desarrollar biomateriales altamente biodegradables, revalorizando el desperdicio del desperdicio, pero realmente quien tiene el poder de tener un impacto ambiental positivo o negativo somos nosotros. El uso del SCOBY abre la puerta a materiales más amigables con el medio ambiente y nos recuerda que existen alternativas sostenibles al plástico, especialmente de un solo uso. Aunque esta tarea es compleja, cada paso representa un avance hacia un planeta más sano.
Agradecimientos
Los autores agradecen el apoyo financiero proporcionado por CONAHCYT a través de la beca de manutención de A.R. Serrano-Farfán para la realización de sus estudios de posgrado así como a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Querétaro a través de la beca de colegiatura de A.R. Serrano-Farfán para la realización de sus estudios de posgrado. Igualmente agradecen a Universidad Autónoma de Querétaro por otorgar el Fondo de Proyectos Especiales de Rectoría con No. FIN04282.
Referencias
[1] PNUMA, «Microplásticos: consecuencias históricas de la contaminación por plásticos,» 28 04 2023. [En línea]. Available: https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/microplasticos-consecuencias-historicas-de-la-contaminacion-por.
[2] S. S. P. B. D. Laavanya, «Current challenges, applications and future perspectives of SCOBY cellulose of Kombucha fermentation,» Cleaner Production, 2021.
[3] A. Ashrafi, M. Jokar y A. M. Nafchi, «Preparation and characterization of biocomposite film based on chitosan and kombucha tea as active food packaging,» International Journal of Biological Macromolecules, pp. 444-454, 2018.
[4] SEMARNAT, «Océanos, inundados de plástico,» 24 julio 2018. [En línea]. Available: https://www.gob.mx/semarnat/articulos/oceanos-inundados-de-plastico.
[5] N. A. El-Wakil, E. A. Hassan, M. L. Hassan y S. S. Abd El-Salam, «Bacterial cellulose/phytochemical´s extracts biocomposites for potential active wound dressing,» Environmental Science and Pollution Research, vol. 26, nº 26, pp. 26529-26541, 2019.
[6] D. Ozkan, N. Pynirtzi, A. Agraviador, O. Perry y R. Morrow, «The Snout: Large scale, curved 3-D form from Bacterial Cellulose,» Biocalibrated: Tools and techniques for biodesign practices, 2023.
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