Sísifo
Cuaderno de raya
Cuaderno de raya es una sección en la que participan estudiantes y personas interesadas en los fenómenos científicos, con textos que pueden ser de creación literaria (cuento, poesía, ensayo, varia invención), reseñas sobre películas y libros o textos breves en los que se exponga un punto de vista propio como parte de un ejercicio de reflexión en torno a algún tema científico. Si quieres saber más, conoce nuestra convocatoria permanente.
Daniel Abisaí Jerez Prieto
A Mel <3 por el aguante
Cuando todo era nada, era nada el principio
Él era el Principio, y de la noche hizo luz
Y fue el Cielo, y esto que está aquí
Dos tipos vestidos de gris lo condujeron, esposado y a empujones. Lo último que alcancé a vislumbrar fue su espalda cuando lo subieron al Buick negro. Esa fue la última vez que vi al doctor Prometeo, después de haber charlado con él. No pude hacer nada por detenerlos, pues algo se mezclaba entre mis redes neurales impidiéndome el habla y la movilidad, aunque de igual forma no hubiera podido hacer mucho, quizá sólo morir en el intento de salvarlo. Te hablo de los albores del proyecto Fénix, ¿me sigues?
***
—Ahora no lo entiendes, pero con el tiempo lo harás. Rutas metabólicas completas se descargarán en tu cerebro. Glucolisis en el citoplasma, ciclo de Krebs y la cadena de transporte electrónico en el mejor simbionte fagocitado alguna vez: la mitocondria. Energía química pura.
—Doc, ¿de qué habla? —intenté preguntar, pero él parecía ignorar mi presencia, como si estuviera sosteniendo un soliloquio. Detrás de la barra, el cantinero nos observaba furtivamente cada que el doctor Prometeo subía el volumen de su perorata.
—Los organelos… —dijo entre susurros.
En ese momento éramos los únicos comensales de la cantina, la mayor parte de los parroquianos se encontraban en misa comulgando para volver a pecar al termino del rito. Mi madre, cuando vivía, los llamaba come-santo y caga-diablo, a los feligreses. El doctor y yo bebíamos cerveza oscura como todos los domingos; era un mediodía nublado. Húmedo. Oscuro.
Prosiguió:
—Sí, te enseñará las principales vías metabólicas. Aprenderás la diferencia entre glucogenogénesis, glucogenólisis. Formación y quema de la reserva energética del músculo esquelético. Todas ellas están conectadas manteniendo la homeostasis del organismo entero. Nada de eso se enseña desde hace mucho. Todo es prohibido, o casi todo. Un mundo sin ciencia es el síntoma más claro de una sociedad alienada —el olor a pesto y pan de pita flotaba en el aire, pero en ese momento se me había pasado el hambre, sentí que me costaba respirar y un escalofrío me recorrió entero.
Según el doctor Prometeo, una denuncia y jamás volveríamos a ver la luz del día. Pero a quién podría importarle el huérfano de una química disidente como yo, nací odiado por nacer de ella. Nadie me llamaba por mi nombre. Sin identidad propia. Simplemente era el hijo de Pandora, la que fue llevada a la hoguera. El doctor Prometeo fue lo más cercano a un padre, me enseñó a leer, escribir, y lo más básico de matemáticas, porque era lo único permitido. Se hizo cargo de mí y siempre solía decirme que estaba destinado a hendir la oscuridad y elevar el intelecto humano. Nunca entendí de qué hablaba.
—Después estudiarás la biología molecular y celular, los siguientes escalafones en la organización de la vida, complementando con clases de genética, y cuando creas que has aprendido todo, entonces alguien te hablará de la epigenética y la epitranscriptómica, su trabajo conjunto regulando el desarrollo de un organismo, su respuesta al ambiente y cómo algunas de estas respuestas son heredadas a la descendencia, lamarckiano, ¿no es así? —sonrió y pareció rejuvenecer algunos años, sus ojos recuperaron ese brillo que mostraban las polaroids a sus veintisiete, en el laboratorio de biología del desarrollo donde estudiaba el doctorado, vestido con bata y chaleco de tweed. La luz de la bombilla reflejada en su calva me recordó que ya tenía sesenta—. Para ese punto, se te ocurrirá que ya tienes los planos completos para armar a un humano desde el cigoto hasta que berreé por falta de teta… Aunque no será tan fácil. Te has preguntado, por ejemplo, ¿por qué tus dedos no son iguales a los de un chimpancé si compartimos gran porcentaje del genoma? ¿Por qué si todos tenemos la misma información genética, en general, no somos clones? ¿De dónde se obtiene el patrón para armar a cualquier organismo según su historia evolutiva?, y, ¿cómo este se pierde? Cuando surge una nueva especie.
La misa de mediodía terminaba y varias personas entraban al local conversando al mismo tiempo, creando un galimatías, arrastrando sillas y emitiendo carcajadas cada tanto por algún comentario chistoso. Hasta ese momento nadie nos prestaba atención, sin embargo, el doctor Prometeo parecía enervado y para ese punto ya había subido el tono de su voz como si esperara que lo escuchasen. El cantinero nos señaló con la cabeza mientras intercambiaba algunas palabras con dos hombres de traje gris, quienes llevaban el brazalete del Movimiento antivacunas en el brazo derecho, giraron para vernos, parecían molestos. Me dieron ganas de largarme de ahí, aunque había algo que me lo impedía.
El doctor Prometeo añadió:
—Ciencias de la complejidad, hijo. Ése será tu último peldaño por conquistar, a ella no le dio tiempo de llegar ahí.
Intenté cambiar el tema hablándole sobre las próximas cosechas de la luna, el pueblo entero se preparaba para ello, para finalizar con la celebración anual de La calabaza más grande de la cosecha. No me dejó continuar. Me tomó de la mano y clavó su mirada desorbitada en mis ojos.
—Presta atención —dijo—, cuando logres comprender la complejidad, formularás un modelo computacional al que, elegantemente, llamarás El modelo sintético, entonces un nuevo orden se instaurará, ¡la ciencia saldrá de su escondite subterráneo y derramará su luz sobre el mundo una vez más!
La cantina quedó en silencio luego de que el doctor dijera ciencia, palabra prohibida por los antivacunas, ni un solo carraspeo, como si de pronto todos hubiesen muerto. El doc parecía una suerte de oráculo. Sentí que divisaba líneas del tiempo imperceptibles para mí. Los hombres de gris pidieron al tabernero hacer una llamada, uno de ellos dijo algo por la bocina y colgó. Un Buick se detuvo frente al café.
—Hijo, mi momento llega a su fin. Descuida, no estarás solo. Debes buscar dentro tuyo a esa voz, la reconocerás de inmediato —no entendía de qué hablaba, todo comenzaba a adquirir tintes de despedida, su rostro ahora lucía tranquilo y su mano se relajó sobre la mía, luego me sonrió con cansancio; dos trajeados más entraron al lugar y junto con los de la barra fueron por nosotros—. Debes hacer que cada día tenga sentido, Sísifo, cada pequeño descubrimiento adquirirá valor a su debido tiempo —finalizó, mientras llevaba su mano al occipital de mi cráneo y presionó un botón en él al tiempo que besaba mi frente. Algunos humanos habían sido mejorados con partes cibernéticas en el pasado, cuando la ciencia habitaba en los institutos de investigación, aunque a diferencia de los demás yo desconocía esta modificación en mi organismo.
Dos pares de manos lo arrancaron con violencia de la silla, otro sujeto lo esposó, mientras uno de ellos me dedicaba una mirada de odio para después seguir al pequeño grupo dentro del auto. Estaba paralizado, pues exas de información: recuerdos, ideas y conocimiento proveniente de un servidor oculto bajo tierra se descargaban en mi cerebro, mezclando una conciencia conocida a la mía. Pandora. Mi madre. Una copia de su memoria fue guardada en un chip energizado por el metabolismo de mis neuronas, antes de ser quemada viva veinte años atrás, cuando El Gran Apagón Científico ocurrió y se pasó por las armas a casi todo el gremio de investigadores.
Hola, se presentó la voz en mi cabeza. La reconocí al instante. Pagué y salí del lugar para dirigir la insurrección de la luz. Para ejecutar Fénix desde este bunker al que te hemos traído. Y bien, ¿de qué lado estás?
Epílogo
¿Te has preguntado alguna vez qué ocurriría con la sociedad como la conocemos si la investigación científica fuera detenida por completo? Los medicamentos que salvan vidas —las vacunas de RNA mensajero, por ejemplo— no serían posibles sin la bioquímica o la biología molecular, por mencionar sólo dos ramas de la ciencia (obvi hay más involucradas). El resultado sería un mundo sumido en el oscurantismo, como el de la Edad Media. Sería muy normal escuchar que la gente bebe agua caliente por las mañanas para activar su metabolismo o que gastan sumas importantes en el gel chupagrasa —oh, espera, eso sí pasa. ¿¡Qué está pasanda!?—. En estos tiempos tan caóticos donde la ignorancia y las paparruchas están a la orden del día, la mejor idea es apoyar con ahínco la investigación y el desarrollo tecnológico, tal como lo hacen las grandes economías del mundo. Pues sorprendente es la brecha entre el producto interno bruto que destina Corea —la del sur, por supuesto— al desarrollo tecnológico e investigación científica (4.53) en comparación con el de México (0.31). Finalmente, y como jalón de orejas al gremio científico, si Pablo Pueblo financia tu trabajo de transcriptoma del bicho con el que estés trabajando —por decir algo—, entonces hazlo parte de tus descubrimientos. Es necesario que el científico baje del curul imaginario en que se ha montado y divulgue más ciencia, a lo Stephen Jay Gould.
¿Y tú qué opinas? Me gustaría leer tus comentarios.
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