¿Pueden dejar en paz al pobre T-rex, por favor?
La Tierra
Existen varios memes que hacen mofa de los diminutos brazos del T-rex o en los que ponen a nuestro amigo del Cretácico a contar chistes –la mayoría bastante malos– a un público de diversas especies de dinosaurios, que ni se inmuta al escucharlo presentar su acto –también bastante malo– en una especie de bar.
Aparte de los chistes, debemos considerar una situación real: el tener unos brazos tan cortos no era una “característica” exclusiva del tiranosaurio. Muchos dinosaurios del grupo biológico del que formaba parte –los terópodos– poseían los brazos desproporcionadamente cortos. Este rasgo ni siquiera era característico de esos dinosaurios, sino también de otros grupos.
De proporciones y desproporciones orgánicas: alometría y vestigialidad
Recordemos una de las obras más famosas del gran Leonardo da Vinci: “El Hombre de Vitruvio, o Estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano”. En ella, este maravilloso personaje del Renacimiento definió lo que, desde su apreciación, constituían las proporciones ideales que debería tener todo ser humano:
• El rostro, desde la base del mentón hasta la parte más alta de la frente; el cuero cabelludo en la base, que equivale a un décimo de la estatura del cuerpo;
• La longitud total de la cabeza, desde la base del mentón y hasta la coronilla, miden un octavo de la estatura total;
• De la base de la barbilla hasta la base de la nariz, equivale una tercera parte del rostro;
• La longitud total del pie es igual a un sexto de la estatura del cuerpo.
Y otras más dentro de las cuales está quizá la más famosa: el ombligo es el punto central del cuerpo humano si se coloca a una persona boca arriba, con las extremidades estiradas, y si se traza un círculo tomando como centro el ombligo, la circunferencia tocaría las puntas de las manos y de los pies. Cualquier medida que se salga de estas proporciones, sería un ejemplo de alometría. Este término concebido por primera vez por el alemán Otto Snell [1] en 1892, hace alusión a las desproporciones que se puedan alcanzar durante la evolución de una especie a través del tiempo; incluso, durante el tiempo de vida de un mismo organismo. El tamaño de la cabeza de un bebé, por ejemplo, es distinto con relación a su estatura. Si nosotros tuviéramos las proporciones que tiene un bebé en nuestra edad adulta, ¡nuestra cabeza mediría entre 40 y 50 centímetros! Creemos que Da Vinci, aunque seguro sí se dio cuenta de esto, nunca lo especificó.
Pero hemos mencionado solamente casos en los que alguna estructura se desarrolla en exceso. ¿Qué hay con el otro extremo? Ése corresponde a los llamados “caracteres vestigiales”. Técnica y etimológicamente también corresponderían a ejemplos de alometría: son vestigios de alguna estructura que, alguna vez durante la evolución de una especie, tuvo un tamaño mayor y, casi siempre, una funcionalidad completa.
¿Ventaja o desventaja para el rey de los dinosaurios?
Regresemos con nuestro amigo, el rey de los lagartos tiranos, el temible tiranosaurio, quien ha inspirado tantas novelas, películas y algunas pesadillas. Hasta donde recordamos, hace casi 30 años, cuando Jurassic Park aparece en la pantalla grande, el T-rex poseía una reputación incorruptible e intachable como el máximo depredador de todos los tiempos, quizás incluso sobre el gran tiburón blanco, con todo y la saga de Tiburón (Jaws). No obstante, con el surgimiento y el auge de las redes sociales durante la primera década del siglo XXI, y en conjunto con nuevos descubrimientos sobre el T-rex en el mismo periodo, esta reputación comenzó a transformar al gran depredador en objeto de burla. Pero, ¿por qué?
Los brazos de un T-rex hembra adulto –presumiblemente mayores que los machos– podían haber llegado a medir un metro. Un metro está bien, ¿no? Realmente no, si mides casi quince metros de longitud. Es como si nuestros brazos midieran en promedio ¡trece centímetros!
Y no es que queramos que todos los rasgos, caracteres o estructuras tengan una “finalidad”, porque la naturaleza no es así. Estas estructuras, al no cumplir con alguna función, o no poder desempeñarla con cierta efectividad, tienden a ser descartadas por la selección natural y se convierten en vestigios, remanentes de algún rasgo con una mayor funcionalidad.
Pero existen estudios que sostienen que los brazos vestigiales del T-rex pudieron haber tenido cierta utilidad, más allá de convertirlo en blanco de memes. El paleontólogo Steven Stanley [2] de la Universidad de Hawái en Mānoa sostiene que los brazos de este depredador pudieron haber fungido como pequeñas dagas al momento de abatir a sus presas. En la misma línea, el ornitólogo Kevin Padian [3], de de la Universidad de California en Berkeley, argumenta que el corto tamaño de los brazos del T-rex podría haberle sido de utilidad durante su alimentación, pues se cree que se alimentaba en manada, las cortas dimensiones de las extremidades pudieron haber evitado que éstas fueran mordidas por sus congéneres.
Es decir que, por muy vestigiales que hayan sido los brazos del T-rex, pudieron realmente haber tenido una función. Esperemos que el gran depredador recupere su reputación, más allá de la tonelada de memes que gira en torno a él.
Anfibios que parecen serpientes y “serpientes” que no son serpientes
Existe un grupo de anfibios: las llamadas cecilias o gimnofiones (parientes lejanos de las ranas, sapos y salamandras) que no tienen brazos. Es más, ni siquiera extremidades en absoluto. Parecen unos gusanos larguísimos. De hecho, el nombre gimnofión proviene del griego y significa “serpiente desnuda”, en virtud de su apariencia lustrosa y húmeda, como buenos anfibios que son. Estos animalitos, adaptados a la vida en el subsuelo, tienen la cabeza fuertemente osificada (es decir, con un alto contenido de hueso) y sus ojos están atrofiados o incluso cubiertos por una membrana, de modo que, por lo general, no son funcionales. Además, se sabe que sus ancestros, hace más de 50 millones de años, tenían patitas, que ya eran por sí mismos vestigios de una actividad locomotora, según argumentan Jenkins y Walsh [4].
De manera similar, existe un grupo de reptiles muy parecidos a las serpientes, los anfisbénidos (del griego amphisbaenia: “en ambas direcciones”), que tampoco suelen poseer extremidad alguna. Deben su nombre muy probablemente a que son capaces de desplazarse tanto hacia adelante como hacia atrás. Son algo así como una lombriz gigante y vertebrada. Sin embargo, se sabe que son reptiles como las serpientes, porque como ellas, son independientes del agua –a diferencia de los gimnofiones–; y casi todos ellos, como también la mayoría de las serpientes, carecen de patas (con algunas excepciones, como Bipes biporus), además de que también son ciegos o casi ciegos. Como en el caso de los gimnofiones, los ancestros tanto de las serpientes como de los anfisbénidos también poseían… patas.
Aves que ya no vuelan
El cormorán de las Galápagos, después de degustar unos deliciosos pescados, emerge del agua y se pone a aletear para secar sus plumas, sólo que ha perdido la capacidad de volar. Sus alas, también diminutas en comparación con el tamaño total de su cuerpo, dan cuenta de ello. En cambio, como sugieren algunos investigadores [5], ha desarrollado una serie de adaptaciones para el buceo, incluyendo una mayor masa corporal.
Además, los huesos de los kiwis tienen médula, como los dinosaurios ¬–de los cuales descienden todas las aves–, sin embargo, la mayoría de las aves en la actualidad tienen sus huesos huecos.
Ballenas con patas
Poco después de la extinción de los dinosaurios, los mamíferos incursionaban en nuevos ambientes, conquistándolos y adaptándose a las nuevas condiciones ambientales, para más tarde, dominar el planeta con una gran diversidad de especies.
Mirando a las ballenas y a los delfines con detenimiento, nos daríamos cuenta de que no presentan patas (extremidades posteriores). No obstante, si analizamos el esqueleto de una ballena o de cualquiera de sus parientes, podremos constatar la existencia de los vestigios de su herencia terrestre a través de una pequeña cadera, casi imperceptible. Esta cadera es apenas un poco más grande en una ballena muy antigua, llamada Dorudon atrox. En este feroz depredador, que vivió hace unos 40 millones de años, y cuyo nombre significa “diente en forma de lanza atroz” (para que se den una idea), la cadera es apenas proporcionalmente mayor que en la ballena azul, además de que presenta dos diminutas patas que apenas se asoman.
Lo mismo podemos decir del apéndice. Alguna vez uno de nosotros platicaba con un gastroenterólogo sobre la utilidad de este órgano vestigial. El galeno respondió: “sirve para darme trabajo con cada cirugía que llevo a cabo para extirparlo”. Eso quizás lo responde todo, en tanto no haya un descubrimiento que reivindique sus funciones en el cuerpo, pues hay quienes sostienen, como el Dr. Shuntian Cai y otros colaboradores [6], que podría ayudar a mantener el balance de la biota intestinal.
Probablemente, después de todo, los diminutos brazos del T-rex sí le conferían cierta función. No sabemos si fungían como pequeñas dagas o si estos representaban una reducción de tamaño para que, ante su voraz apetito, no se los mordiera él mismo. Ante la duda, sólo nos quedan las conjeturas… pero ahora sabemos que no es el único con tal grado de alometría, así que, por favor, ¿pueden dejarlo en paz?
Los autores quisieran dar las gracias al Dr. Erick Alejandro García-Trejo (Facultad de Ciencias, UNAM), por las constructivas discusiones en torno a la vestigialidad y alometría en aves.
Referencias
[1] Snell, O. (1892). Die abhängigkeit des Hirngewichtes von dem k Körpergewicht und den geistigen Fähigkeiten. Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiten, 23: 436–446.
[2] Stanley, S. (2017). Evidence that the arms of Tyrannosaurus rex were not functionless but adapted for vicious slashing. Geological Society of America Abstracts with Programs, 49 (6). DOI: 10.1130/abs/2017AM-297346
[3] Padian, K. (2022). Why tyrannosaurid forelimbs were so short: An integrative hypothesis. Acta Palaeontologica Polonica, 67 (1): 63–76. DOI: 10.4202/app.00921.2021
[4] Jenkins, F.A., Walsh, D.M. (1993). An Early Jurassic caecilian with limbs. Nature, 365: 246–250. DOI: 10.1038/365246a0
[5] Watanabe, Y.Y., Takahashi, A., Sato, K., Viviant, M., Bost, C.-A. (2011). Poor flight performance in deep-diving cormorants. The Journal of Experimental Biology 214, 412–421. DOI: 10.1242/jeb.050161
[6] Cai, S., Fan, Y., Zhang, B., Lin, J., Yang, X., Liu, Y., Liu, J., Ren, J., Xu, H. (2021). Appendectomy is associated with alteration of human gut bacterial and fungal communities. Frontiers in Microbiology, 12: 724980. DOI: 10.3389/fmicb.2021.724980
CuriosaMente (2017). Doce vestigios evolutivos ¡en tu cuerpo! Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=WePGLq89MAk (noviembre 13, 2022) [Video]
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“T-Rex Dinosaur” by Scott Kinmartin is licensed under CC BY 2.0.
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