La marcha de las letras
Ser humano

Por Béatrice Blin
Aprovechando las vacaciones de fin de año, fui a visitar a mis cuñados a la ciudad de Campeche. Siempre disfruto visitar su casa, el ambiente es muy acogedor y me encanta la alegría contagiosa de mis sobrinas: Güendolina, la menor, tiene tres añitos y una energía desbordante; su hermana mayor, Yadira, con cuatro años, muestra una curiosidad fascinante por el mundo. Tengo que reconocer que, en ocasiones, esa curiosidad puede ser agotadora. Está en la famosa etapa de los porqués, y suele bombardear de preguntas a todo ser vivo que se encuentra en su camino, que puede ser desde la perrita Luna, el loro del vecino, hasta yo, su querida tía.
A ellas, les encanta cantar, y a mí me llenan de alegría las canciones de Francisco Gabilondo Soler, el famoso Grillito Cantor [1]. Así que suelen tomar mi tableta y conectarse a mi plataforma de música favorita. Con un par de toques, hacen sonar la playlist de Cri-Cri y en un ritual que nos une, empezamos a cantar y bailar juntas. Un día, mientras estábamos en pleno juego, cantando “La marcha de las letras” [2], riéndonos y dando vueltas, de repente Yadira me interrumpió con una pregunta inesperada:
—¿Tía, ¿qué es una vocal?
Sin dejar de bailar, le respondí:
—La a, la e, la i, la o y la u son voca…
Antes que pudiera terminar, Yadira me cortó con otra pregunta:
—Sí, tía, eso ya lo sé, pero, ¿por qué la a es una vocal y la d no?
Esta vez, me detuve en seco, dejando el baile y la risa a un lado. Y la que sí se puso a reír fue mi cuñada, quien me lanzó el desafío:
—Ándale Béatrice, explícale a tu sobrina lo qué es una vocal.
Sonreí y propuse:
—Bueno, vamos a sentarnos, tomar un poco de esta rica agua de chaya que preparamos, y les explico la diferencia entre una vocal y una consonante.
Mientras tanto, aprovechaba el momento para pensar cómo abordar algo tan complejo con una niña que apenas estaba empezando a identificar y memorizar las letras. Sabía que en la escuela ya había aprendido el alfabeto y la lista de las vocales y consonantes, pero su pregunta iba más allá. Era muy chiquita para entender que el término vocal en realidad se refiere a dos cosas muy diferentes. Por un lado, está la vocal oral, que corresponde a un sonido específico en una lengua. Por otro, está el uso de vocal como una categoría de letras del alfabeto. Decidí simplificar la respuesta y enfocarme en la vocal oral, dejando de lado el alfabeto por el momento. Sabiendo que en fonética la diferencia básica es que la vocal es un sonido que se produce sin obstrucción del aire emitido por el tracto vocal y que, para la consonante, al contrario, existe una obstrucción del aire o una cerrazón, acabé mi vaso de agua y expliqué:
—Cuando hablamos, el aire que sale de nuestra boca puede viajar libremente como un pájaro o bien encontrarse con algún obstáculo. ¿Se imaginan a una niña en un tobogán muy largo, sin nada que la detenga? Pues así son las vocales: el aire, al igual que la niña, baja por el tobogán sin interrupciones.

Yadira me miró intrigada, sin decir nada, así que continué.
—Cuando pronunciamos una consonante, el aire choca con algo en el camino. Puede ser nuestra lengua, nuestros dientes o incluso nuestros labios.
Para hacerlo más claro, les pedí que probaran decir la a en voz alta y luego la d.
—¿Notan la diferencia? Cuando dicen a, al aire pasa sin problemas, como en el tobogán. Pero cuando dicen d, la lengua sube y toca el techo de la boca. Es como si hubiera un pequeño obstáculo en el tobogán o una pequeña curva que hace que no podamos seguir resbalando, si queremos seguir resbalando habría que tomar aire otra vez. Eso es la diferencia fundamental entre las vocales y las consonantes.
Las dos hermanitas empezaron a correr por toda la casa gritando aaaaaaaaaa a todo pulmón. Pero al intentar hacer lo mismo con la d, se dieron cuenta de que no podían mantener el sonido de la misma manera. Intentaron hacer trampas, o buscar soluciones, dependiendo de cómo lo vea uno, añadiendo una vocal después de la d.
—¡Escucha, tía! ¡Daaaaaaaaa! —gritó Yadira, muy satisfecha—, también el aire pasa con la d.
—A ver, estás haciendo trampa —le dije con una voz de tía enojada—. Estás poniendo la vocal a después de la d.
Luego, con paciencia, volví a explicarle que en realidad estaba alargando el sonido de la vocal, no él de la consonante.
—Recuerdan, las vocales son libres como la niña que baja feliz por el tobogán, mientras que las consonantes encuentran pequeños obstáculos en el camino.
Mi cuñada, aprovechando que las niñas estaban ocupadas sacando aire a su manera, me lanzó un par de preguntas más.
—¿Y qué pasa con la y? Cuando estudié francés, recuerdo que mi profesora me decía que la y era una vocal, pero en mis clases de español me enseñaron que es una consonante.
—Así es —respondí—. Aunque parezca curioso, la letra y se considera consonante en español, mientras que en francés es una vocal.
Las niñas seguían entretenidas con sus juegos de sonidos, así que aproveché para continuar:
—Sin embargo, ninguna de esas clasificaciones es del todo correcta. La y no es exclusivamente una vocal ni una consonante. Para entenderlo, hay que hacer una diferencia entre las letras y los sonidos, lo que en lingüística llamamos fonemas, pero llamémoslos simplemente sonidos, que es más fácil de entender. Mira, una letra es una representación gráfica, una convención que usamos para representar un sonido de una lengua, o fonema. Claro, siempre hay excepciones. Por ejemplo, la h en español no representa ningún sonido; por eso decimos que es muda. Pero la y es más interesante: su naturaleza depende del lugar que ocupa en la palabra. Puede representar un sonido vocálico o consonántico, como un camaleón, ¡adaptándose al contexto!
—A ver, dame un ejemplo, porfa —pidió mi cuñada.
—Mira, en la frase las “niñas cantan y bailan”, la y corresponde a una vocal oral, suena como una i latina. En cambio, la que llamamos ye es una consonante oral, como en payaso o en el nombre de tu hija Yadira.
—¿Y en francés, entonces?
—Pues, pasa lo mismo. En la lengua hablada, al igual que en español, la y puede ser vocal o consonante, en francés la llamamos semi-consonante, dependiendo de su posición en la palabra y de las letras que la rodean. Lo que comentó tu profesora de francés se refiere al signo gráfico, no al sonido o el fonema. Y sí, es cierto: en español, la letra y es considerada consonante, por eso no aparece en la canción de Crí-Crí, mientras que en francés se considera vocal.
—¡Qué raro, ¿no?! —dijo mi cuñada, sorprendida.
—No tanto —le respondí—. En realidad, una letra es sólo un signo gráfico; no es ni consonante ni vocal. Eso de dividirlas en consonantes y vocales es más que nada una forma de ayudar a los niños a aprender a leer y escribir. Las vocales y consonantes son sonidos, o sea fonemas de una lengua. Las letras, en cambio, son meros signos gráficos, símbolos que usamos para representar esos sonidos. Y como cualquier invención humana, han ido cambiando con el tiempo. Han cambiado de forma y de clasificación según los avances de los estudios lingüísticos y gramaticales.
Esta conversación me hizo recordar un artículo que acababa de leer, en el que se comentaba que en marzo de 2024, la Academia Mexicana de la Lengua informó que la ch y la ll ya no forman parte del abecedario [3], igual que lo había hecho la Real Academia Española años antes [4]. Me pareció un buen ejemplo, así que lo mencioné:
—Recuerdas que antes decíamos que el abecedario tenía 29 letras, y ahora solo son 27. Ninguna letra desapareció, pero se clasifican de manera diferente.
—¡Es cierto! —asintió mi cuñada y luego preguntó—: ¿y el abecedario francés?
—Tiene 26 letras, igual que el inglés —respondí.
—Entonces, me imagino que la letra 27 del español es la ñ, ¿no? —dijo ella, con aire pensativo.

—Exacto —seguí—. Además, ¿recuerdas lo que me contabas cuando estudiabas francés sobre las vocales nasales?
—Sí, nuestra profesora nos explicó que, a diferencia del español, el francés, al igual que el portugués, es un idioma que tiene vocales nasales, como en la palabra France —dijo, riéndose mientras pronunciando la vocal nasal y se tapaba la nariz.
—¡Exacto! —dije y la felicité por su perfecta pronunciación—. Cuando uno pronuncia una vocal nasal, el aire sale tanto por la boca como por la nariz al mismo tiempo, por lo que la cavidad nasal sirve como resonador.
—Además, para ayudarnos a entender, la profesora nos explicó que el español tiene consonantes nasales, como la m y la n, y que en estos casos el aire también pasa por las fosas nasales. ¡Yo ni me había dado cuenta de que el español, la lengua de toda mi vida, tenía consonantes nasales! —se rio—. Todavía recuerdo la clase de francés y el trabalenguas con vocales nasales que venía en el libro de texto —siguió entusiasmada mi cuñada.
Satisfecha con estos juegos de sonidos, mi cuñada salió de la sala para ir a buscar a mis sobrinas que estaban demasiado silenciosas desde hacía un buen rato. Yo me quedé pensando en lo que me acaba de decir, pues me hizo recordar que a mí me pasó algo parecido hace muchos años. Cuando empecé a aprender español, comencé a observar el francés con otra mirada, comparándolo con el español. Un día me di cuenta de que en francés existen palabras que solo tienen forma plural, igual que en español, como gafas. Sin duda, conocer otras lenguas, nos permite descubrir particularidades de nuestra primera lengua que nunca habíamos notado.
Cabe reconocer que puede ser difícil entender la diferencia entre una letra llamada vocal y una vocal oral en español, dado que existe una correspondencia unívoca entre las cinco vocales orales y sus respectivas letras. En el caso del francés, al igual que en inglés, es mucho más fácil comprender esta diferencia. Si hablamos del abecedario, en francés hay seis signos gráficos llamados vocales; sin embargo, en la lengua hablada estándar hay un total de 16 vocales: 12 orales y 4 nasales. No imagino cómo Crí-Crí habría escrito su canción si hubiera sido francés, pero seguro habría encontrado una solución.

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