Infinity War: los antioxidantes contra la Liga de la Injusticia
SER HUMANO
Tal vez hayas escuchado en algún lado que para estar sanos necesitamos tener una alimentación saludable, libre de Cheetos, Coca Cola de tres litros, deliciosas garnachas, etcétera, y que nuestra alimentación tiene que ser completa, equilibrada, inocua (sin bichitos) y suficiente. Hay unos pequeños aliados que seguro estarás consumiendo y están de nuestro lado en esta guerra; son nuestros espartanos, nuestra salvación ante la abundancia apocalíptica de enfermedades que nos llevan al traje de madera (ataúd). Me refiero a los antioxidantes y su grito de guerra es: ¡Aooox! ¡Aooox! ¡Aooox!
Ahora los antioxidantes parecen ser los héroes más grandes en cualquier multiverso de la salud; no es que estos influencers químicos de los alimentos hoy sean la panacea en contra de las enfermedades, ni tampoco la piedra filosofal de los tratamientos médicos. Pero puedo asegurar que, durante mis años como nutriólogo, ya sea como sobreviviente de la licenciatura o como remanente de la investigación, oigo constantemente la palabra “antioxidante” al sonoro rugir del cañón, traída por el viento hasta mi tímpano. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué estos compuestos bioactivos que se hallan de manera natural y en mayor cantidad en frutas y verduras están en boca de los profesionales de la salud?
Muchas preguntas han surgido en las últimas décadas, no sólo desde el campo científico-metódico-saludable, sino también en el ámbito del chismecito de barrio, donde se ha contribuido a expandir el conocimiento sobre estos guerreros. Todos sabemos que, una vez traspasando estos entrecruzamientos sociales, se trata de algo serio, y aunque la mayoría de la gente no sabe qué hacen los antioxidantes, saben que algo hacen.
No confundas las enchiladas con los chilaquiles
El estudio y el interés de investigar los antioxidantes no es nuevo, tampoco es algo que los coaching nutricionales y de vida espiritual hayan encontrado en su viaje de ayahuasca. De hecho, ya casi un siglo ha pasado desde los primeros estudios de los antioxidantes más comunes, como las vitaminas. Sentémonos a desenterrar los archivos de las primeras investigaciones, que han sido recopiladas para nuestro deleite y lectura en un reservorio digital llamado PubMed. En éste podremos encontrar los cientos de miles de artículos científicos que nadie entiende, pero que los científicos publicamos. Dentro de la maleza de la Web, surgen esos viejos escritos en los que se describe la tortura del consumo de aceite de hígado para obtener la cantidad de vitamina A, que era necesaria en 1926 para mantener los huesos y la piel sana.
Ésta y otras investigaciones eran escritas en aquel tiempo y difundidas como anuncios de Western en los diarios que se hacían semanalmente. ¿Recuerdas?, esos donde ponían la cara del criminal con su respectiva recompensa para llevarlo vivo o muerto ante el Sheriff. Public Health Reports recopilaba las investigaciones y las ponía a la mano de las personas para incentivar el consumo de estos nutrimentos y más compuestos bioactivos que curaban las enfermedades de los lectores.
Seguramente, en su momento embelesaron los estudios de toxicidad de las quinonas y quinolonas en cerdos de Guinea, que del otro lado del charco (Londres, en específico) hacían el Dr. Baker y el Dr. Gulland. En los cincuentas, el potente tocoferol se empezaba a estudiar como uno de los principales protectores para nuestro hígado, ahora también sabemos que ayuda al sistema nervioso y músculos y cuida nuestra piel.
Una parada obligada en esta línea del tiempo sería hablar de los estudios históricos de la industria alimentaria, donde buscaban mejorar la conservación y sabor de los alimentos integrando, entre otros, a nuestros guerreros. A mitad del siglo XX, un Doctor de la Universidad de Northwestern en Chicago analizaba las fortificaciones con las vitaminas A y D y minerales como el hierro. Es innegable su importancia actual. La revista Forbes de enero de este año le dedicó un número cuyo título nos dice que los antioxidantes son los mejores aliados a la salud.
Estos estudios y otros que se han hecho por muchas décadas y que hemos leído (como buena gente de ciencia) nos han ayudado a concluir lo que ya sabíamos: los antioxidantes son importantes para mantenernos sanos, son los que mantienen y regulan proceso celulares y metabólicos y además combaten enfermedades y condiciones dañinas con las cuales interactuamos diariamente. No por algo los comerciales de comida que nos hace daño vienen con la frase de culpabilidad: “come frutas y verduras”.
De grandes cenas están llenas las sepulturas
En décadas pasadas, los registros nacionales nos indicaban que las principales causas de muerte y enfermedad se relacionaban con infecciones virales o bacterianas, diarrea (mejor conocida como la maldición de Moctezuma), parasitosis o hasta las muertes a machete limpio, que se presentaban en algunos lugares fuera de la capital de México. Sin embargo, hoy eso ha quedado atrás y los villanos se han vuelto más difíciles de enfrentar; tienen complejas vías de señalización celular, rutas metabólicas muy oscuras, factores de riesgo con trajes blindados y consecuencias mortales. El Malvado Dr. Diabetes, la Viuda Hipertensión, El sanguinario Obesity Morbid y Cáncer-Man, son los miembros honorarios de la Liga de la Injusticia que ha provocado que la población tenga una mala calidad de vida, que los gastos en salud sean enormes en Villasana y se desarrollen otras enfermedades que provocan las principales causas de muerte en México.
Es por eso que desde este lado de la trinchera hemos estudiado a estos enemigos, tratando de encontrar su debilidad. Cuando los gugleamos, nos dicen que son enfermedades crónico-degenerativas multifactoriales, es decir, que nos pueden dar por alteraciones genéticas, consumo excesivo o inadecuado de alimentos, por hábitos no saludables como fumar cigarros chinos o beber ese alcohol del 96 con una coquita fría. Igual algunos factores físicos o químicos como los rayos gamma no nos convertirían en Hulk, pero sí nos andan sacando un cáncer del puro susto.
Sería inverosímil no conocer a alguien que se haya enfrentado a esta Liga, más en un país que en unos años parecerá comercial de Whiskas: 8 de cada 10 mexicanos padecerá alguna de estas enfermedades o una condición relacionada. De ahí que su estudio también se haya tenido que diversificar y estratificar. Se crearon equipos multidisciplinarios especializados, conformados por médicos, enfermeras, nutriólogos, dentistas, psicólogos, biólogos, químicos y hasta se convocó a las mamás y papás de los médicos que recomiendan los tratamientos alternativos que han pasado de generación en generación.
Como mencionan en la película de Pacific Rim del querido Guillermo del Toro: “para combatir monstruos, creamos nuestros propios monstruos”, y pues varios profesionales de la salud nos hemos juntado para echarle montón a las enfermedades monstruosas: creamos nuestra iniciativa Vengadores, formada por científicos de diferentes disciplinas, preocupados por la salud mundial. Hemos estudiado e investigado durante las últimas décadas desde nuestras trincheras, las posibles soluciones o terapias, promoviendo la educación en la salud, tratando de modificar los hábitos no saludables y hasta metiendo a personas de cualquier edad a zumba.
Cuando esto no funcionó, le metimos mano al genoma humano para suprimir los genes que despiertan a la Liga de la Injusticia. Creamos para cada raza o país las terapias génicas, las ciencias ómicas, los estudios bioinformáticos, y hasta las heces se volvieron importantes para entender a los villanos de esta Infinity War. Se han ganado algunas batallas; los avances en salud han hecho que las personas tengan una buena calidad de vida a pesar de ser víctimas de estos villanos, pero sigue sin haber una cura y estas enfermedades ocupan los primeros lugares de problemas de salud pública en México y el mundo, el fin de esta guerra lamentablemente podría tardar un poco más.
Donde hubo mole, tortillas quedan
Un médico griego nacido en la Isla de Cos por ahí del 460 A. C. dijo: “que tu medicina sea el alimento, y el alimento tu medicina”. Sí, fue Hipócrates, quien remarcaba la importancia de una alimentación saludable para la prevención y tratamiento de las enfermedades. Y ya que para él todo tenía una explicación razonable, yo creo que ese médico griego algo sabía de la relación con la alimentación variada y saludable que hemos olvidado, la que poco a poco desplazamos por la fast food, por los sabores exacerbados que nos proporciona la comida chatarra, las modas y las tendencias en la sociedad. Incluso dejamos de preparar nuestros alimentos en casa y pedimos a través de aplicaciones en nuestro celular, creyendo que eso nos facilita la vida, pero en realidad impacta en nuestra economía, nos volvemos más inactivos y, sobre todo, limita la variabilidad de nutrimentos.
Este estilo de vida poco saludable y caro hace que nuestros espartanos no se den abasto con la Liga de la Injusticia, porque además los debilitamos entrándole a esos cigarros que les “truenan la pastillita” (y saben feo) junto con el vodka de tamarindo, o abusamos de algunos fármacos cuando se nos suelta el moco.
Otro camino por donde se nos dejan venir estas enfermedades es por la producción de especies reactivas de oxígeno que hace nuestro cuerpo. Estas moléculas son bien intensas, hiperreaccionan dañando a otras células, pero son un “mal necesario” e inevitables de producir, es por eso que hay algo que se le conoce como “la paradoja del oxígeno”. Los seres vivos lo necesitamos y participa a favor de la salud y de la enfermedad, medio bipolar nuestro oxígeno. Estas moléculas se forman en la mitocondria de nuestras células para la obtención de energía o en otros procesos como la respiración, dos funciones vitales para los seres vivos. El problema es la cantidad. Cuando hay muchas de estas moléculas intensas y superan a nuestros espartanos, las células quedan indefensas al daño oxidativo.
Además no vienen solas, las acompañan sus primas las enzimas malacopa que regulan las reacciones de óxido-reducción que suceden en todo nuestro cuerpo, como el ciclo de Krebs, ese que tortura a al estudiante de cualquier nivel que lleve bioquímica. Y a esta guerra que parece fiesta, se anexan el clan de los White Linfos (o ya sin flow, llamados glóbulos blancos), esas células del sistema inmunológico que son nuestros guardaespaldas contra agentes patógenos que ingresan sin permiso a nuestro cuerpo; los eliminan mediante procesos de fagocitosis (se comen a los malos como un Packman). Tanto las especies reactivas, las enzimas y los glóbulos blancos, tienen un papel protagónico en un proceso importantísimo, que es la inflamación. Se puede decir que la inflamación es la hermana gemela del malvado imperio formado por las especies reactivas de oxígeno (bien intensas) que se hace llamar Estrés Oxidativo.
Y bueno, estos hermanos malvados tienen una codependencia tóxica, son muy inestables y tienen traumas, porque si está elevado uno va y provoca al otro para que ambos anden elevados causando desastres en las diferentes rutas metabólicas, promueven mutaciones en el ADN, dañan a nuestras pobres células y enzimas, generan daños en nuestros tejidos. Pero eso no es lo alarmante: para las personas que somos vanidosas, también nos causan envejecimiento prematuro y oscurecimiento de la piel, así que podemos culparlos de que nuestras publicaciones en Facebook, Instagram o Tik Tok no lleguen a más de 10 me gustas y no podamos monetizar con nuestra belleza.
Ahora sí, estos hermanos se ven malos como los días feriados en domingo, ¿verdad? Y si todavía no me creen, vayan y busquen en San Google cualquier enfermedad y pongan estrés oxidativo o inflamación y verán que todas las enfermedades los tienen como factores de riesgo o condiciones que empeoran a las enfermedades. Tanto así que si nos vamos a datos estadísticos ¬–recuerda que a los científicos nos encanta decir que hay diferencias significativas y revolver a la gente con numeritos– tenemos que revisar los que nos arroja de información la ENSANUT (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición) en 2018 y en la que nos muestra también un comparativo con lo que recopiló en 2012 en México, así que aquí van: ¡cof!, ¡cof!…
La diabetes en personas mayores de 20 años pasó de 6.4 millones a 8.6 millones; si vamos a comparar el incremento con alguna magnitud, es como si Coldplay llenará 96 veces el Foro Sol. Se incrementaron 5.9 millones de personas con hipertensión, es decir casi 5 veces la población de Tlaxcala. La obesidad aumentó y más en las zonas urbanas, especialmente en niños y mujeres, casi los mismos porcentajes comparados con las veces que les han dicho que los quieren como amigos a los hombres en la adolescencia (3.9% de la población mexicana). Pero de nuevo, en 2021, en plena pandemia por COVID-19, que ocupó la primera causa de muerte, las siguientes tres enfermedades más letales fueron del corazón, diabetes y tumores malignos. Recuerdas a la Liga de la Injusticia que te mencioné anteriormente, pues aquí están presentes la hermana inflamación y el hermano estrés oxidativo, que se desconectan bien feo poniendo en riesgo el estilo de vida que conocemos.
Pero bueno, como vamos a llegar al clímax donde el bien y el mal se enfrentan, y como buen treintañero ejemplar, creo que es conveniente decir una frase motivacional de esas que nos mandan por WhatsApp. Ante este ambiente desolador de enfermedades, sólo imagina el Piolín con fondo epiléptico y una voz de locutor que te susurra al oído de manera esperanzada: “Incluso la noche más oscura terminará y saldrá el sol” (una frase dicha por el dramaturgo francés Víctor Hugo, por si la vuelves a ver en las redes sociales; no la dijo el Joker ni Batman). Así que ahora es momento de presentar a nuestros espartanos para que nos digan cuál es su función: ¡Aoox!, ¡Aooox!, ¡Aooox!
Ahora es cuando chile verde, le has de dar sabor al caldo
Volvamos a Hipócrates: “Si alguien desea una buena salud, primero debe preguntarse si está listo para eliminar las razones de su enfermedad. Sólo entonces es posible ayudarlo”. Creo que esta pedrada idílica que ha traspasado el tiempo y las culturas, llega para sumirnos la mollera y sacudirnos las ideas. Pero es como si Hipócrates viniera del mundo cuántico para decirnos que las enfermedades “normales” y las crónico-degenerativas tienen una debilidad, pueden prevenirse o retardar su aparición y disminuir su daño; claro si le ponemos atención a los factores modificables, evitando así que nos den pronto piso y solo así será posible ayudarnos. ¿Y adivina cuál es uno de los factores modificables? Exacto: ¡la alimentación! No creas que se trata de cocinar como si estuvieras en el Master Chef, sino que simplemente agregues en tu alimentación a los antioxidantes, que junto a los que producimos en nuestro cuerpo de forma natural funcionan como los poderosos guerreros espartanos, machos alfa, lomo plateado, barba de leñador, manos de lija, pecho con pelo… y que además trabajan cuidando el panteón de noche sin linterna. Nuestros guerreros ayudan a contrarrestar los daños de la inflamación y del estrés oxidativo, principalmente inactivando a los radicales libres, que, aunque se resistan como frijoles a la digestión, terminan cediendo ante el sistema antioxidante.
Y aunque algunas personas piensan que sólo los antioxidantes los encontramos como suplementos o en frutas, también los podemos hallar en varios productos marinos, semillas, lácteos, frutos secos, infusiones y en el cacao. Son amplios los tipos de antioxidantes que se encuentran a nuestro alcance, como las vitaminas C, A, E, carotenoides, flavonoides y polifenoles; estos últimos son los guerreros élite de los antioxidantes; no es que nos anden reclamando los terrenos de la abuela que nos quitaron los radicales libres, sino que evitan también que se nos tapen las arterias y nos dé un infarto de tanto comer tacos de corrienterrier o los de caniche de la esquina.
Pero no solamente ayudan a los problemas del corazón: en personas con diabetes, nuestros guerreros ayudan a regular la secreción de insulina y captación de glucosa, normalizando los niveles en la sangre. En la obesidad ni se diga, tienen el superpoder de disminuir el peso corporal y reducir la circunferencia de cintura y cadera, aunado a esto mejoran la autoestima y sus fotos reciben más reacciones y en una de esas se vuelven hasta influencers, pero esto último ya no se lo podemos atribuir los antioxidantes.
Tal vez todo esto llegó a oídos de los chinos, de los jaques de los mercados municipales y los illuminati de autoservicios, pues ahora vemos antioxidantes en todos los productos, no sólo alimenticios, sino también cremas corporales y faciales prometen rejuvenecernos y cambiar esa piel de cocodrilo por piel de ajolote. Hasta los champús con extractos de hierbas exóticas nos venden la idea de que con sus antioxidantes tendremos un criadero de piojos sedoso y brillante, y de verdad, ya hasta falta que el jabón del Perro consentido venga con antioxidantes (Derechos Reservados para esta idea si lo lee la empresa).
Algo saben de los antioxidantes los reptilianos que manejan el mundo capitalista, por eso hay tantos productos con antioxidantes que tratan de llamar nuestra atención como Kuno con su talento musical. Ya veremos cómo les va a nuestros espartanos, seguiremos con atención sus luchas en contra de la Liga de la Injusticia y esperaremos que un día se estrene nuestro Endgame.
Referencias
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