A Marco y a Pili por corregirme comas y acentos.

A Abi por animarme a no rendirme <3.

Musa hecha de musas, que perdió con sus melifluos cantos a Lamarck. Que abordó en el Beagle con Darwin y en las noches de brava fiebre de malaria, a los oídos de Wallace susurraste palabras suaves.

Eres la teoría por la que se han desgarrado tantas vestiduras, y montones de tinta han sido derramados en una furiosa cruzada: biólogos batiéndose en duelo contra creacionistas, esgrimiendo las armas más peligrosas creadas por la humanidad: la palabra y la razón, con el fin único de impedir tu pérdida ante la avanzada del sinsentido. Ésta fue, es y será la guerra civil más cruenta por la que atravesará la humanidad para alcanzar la llama de Prometeo.

Tú, que has confundido a todo aquel que intenta descifrarte en el código QR de la vida, primero aíslas a las especies, después las seleccionas (competencias dentro y fuera de ellas en el sexo y el comportamiento, estableciendo las cimientes necesarias para el cambio), y, finalmente, creas el salto: especiación.

Ninguna especie escapa a tu largo y poderoso brazo. Unas veces suerte de fuerza creadora y otras tantas más destructora de linajes enteros. Las palabras correctas para tu definición se encuentran en el soneto de Bysshe Shelley:

“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!”

Epílogo

Si bien a la fecha no hay una Ley de la evolución, puesto que es imposible predecirla o anticipar puntualmente los cambios en las especies, es innegable la existencia de la evolución en el linaje de éstas. Por otra parte, es importante reconocer que todos los paradigmas en ciencia se renuevan de forma continua –sobre todo en biología–, en otras palabras, nada es absoluto. Así la selección natural –establecida por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, de forma análoga–, alcanza a explicar ciertos procesos de especiación, pero no toda la historia evolutiva de las especies; por ejemplo, no ofrece buenas explicaciones a los supuestos eslabones perdidos no hallados en los estratos geológicos, hecho esgrimido por varios grupos religiosos para atacar la veracidad de este evento biológico. Sin embargo, el equilibrio puntuado o saltacionismo –de ahí el: finalmente, creas el salto: especiación, de arriba–, establecido por Niles Eldrege y Stephen J. Gould, propone procesos de evolución en los que, durante largos periodos de tiempo, no ocurre cambio alguno en el fenotipo (características visibles) de las especies, seguidos de “saltos” bruscos donde ocurren grandes cambios.

Finalmente, en la naturaleza la evolución actúa como una fuerza dual al permitir la aparición de nuevas especies a lo largo del tiempo geológico, pero se debe reconocer que los cambios no están encaminados al “mejoramiento” de las especies, estos ocurren al azar y son fijados por el ambiente –cambio climático, competencia durante la reproducción y por la adquisición de recursos (comida), cambios en el comportamiento en pequeños grupos dentro de las especies, aislamiento de uno o más grupos de una misma especie por una barrera geográfica (ríos, montañas, etc.), e incluso la depredación, ejemplo de esto son los grupos de rinocerontes con cuernos más pequeños en comparación con las poblaciones del pasado; por mencionar algunos–, pero en ocasiones la aparición de ciertos rasgos no beneficia a la especie y ésta es inexorablemente eliminada.

Ningún linaje escapará al poderoso brazo de la evolución.