La ecología del fuego

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La ecología del fuego

La Tierra

La ecología del fuego

La reunión está programada para las 9:30 am, pero las brigadas de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) ya se encuentran listas desde las nueve de la mañana. Platican entre ellos y se hacen bromas; tengo que acercarme bastante para notar algo del cansancio que cargan después de seis días seguidos de combate al fuego forestal.

 

“La reunión informativa de mañana será en la presidencia municipal de Huitzilac”, me escribió ayer, 1 de abril, Amilcar Marín, ingeniero en restauración forestal y miembro de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) en Morelos. “Es una reunión importante para asignar las actividades de cada brigada. Será interesante porque hay participación del municipio, de la comunidad, de la CONANP y de la CONAFOR”.

 

El fuego que combaten desde el pasado jueves 26 de marzo, se ubica en el complejo de “El Cuilote”, en el municipio de Huitzilac y dentro del parque nacional Lagunas de Zempoala. “Es por eso que podemos pedir ayuda a la CONANP”, me explica Amilcar. La participación de personas de la misma comunidad es importante no sólo porque son más manos para el combate al fuego, sino también para la conservación de la zona. Una constante que escucho entre los brigadistas es que están haciendo esto por sus bosques. Aun cuando no llegaron con esa intención.

 

Es el caso de Yuri Reyes y Karla Cano, de 29 y 25 años de edad, respectivamente, ambas de Huitzilac. “Llevamos apenas un mes trabajando en las brigadas. Entramos por la paga, aunque no es mucha es una buena opción de trabajo ahorita que no hay chamba por la cuarentena”, me cuenta Yuri y agrega: “El trabajo es cansado, las caminatas son muy largas, pero lo estamos disfrutando mucho. Nos gusta proteger nuestro bosque”. La paga a la que se refiere es de $200 pesos al día.

 

En lo que las brigadas municipales se alistan, comienzan a llegar los combatientes de la CONAFOR. Amilcar me cuenta que las jornadas sí son muy largas: la última brigada regresó ayer a las 8:00 de la noche; otras veces han vuelto hasta las 10:30 pm. “Pero ayer trabajamos muy bien”, me dice Francisco Romano el jefe de incidente, es decir, el responsable de coordinar el control y la liquidación de este fuego en particular. Francisco tiene 47 años de edad y 23 años de experiencia como combatiente al fuego.

 

“El fuego que estamos apagando ya lleva casi siete días activo”, me explica Francisco, “la tarea ha sido complicada por el tipo de topografía; hay muchos desniveles, y además de que es difícil caminar, se generan corrientes de aire que favorecen el avance del fuego. También hay mucho combustible disponible. Hace 20 años que no había fuego en la zona”.

 

Por combustible, Francisco se refiere al zacate, las hojas y ramas secas en el suelo, árboles caídos, y el abono que dejan algunos agricultores. Pero la manera en que dijo esa última frase apunta a algo más. “Hace 20 años que no había fuego”, como si sólo fuera cuestión de esperar. Como si el fuego fuera una condición dada del ecosistema.

 

Un par de días antes de ir a acompañar a la brigada, pude entrevistar al Dr. Arturo Rodríguez Trejo, experto en fuegos forestales de la Universidad de Chapingo. “Casi todos los ecosistemas presentes en México necesitan del fuego para estar saludables. Sí, el fuego es parte de su ciclo de vida”, me explicó Arturo vía telefónica. Y sus palabras reverberan en la voz de Francisco.

 

Ya con las brigadas comunitarias de Huitzilac listas, Francisco empieza la reunión informativa. Según el conteo, hoy participan 120 personas. Dirige cada brigada a localidades específicas y les da instrucciones sencillas. Todos los participantes han sido capacitados por la CONAFOR, así que esto es sólo un pequeño recordatorio de sus labores. Principalmente, deben de hacer brecha limpiando de combustible el área aledaña al fuego para evitar su propagación.

Francisco Romano, jefe de brigada de combatientes al fuego forestal, y responsable del combate al fuego del paraje de El Cuilote, repasa los últimos detalles con el resto de los jefes de brigada antes de iniciar su labor. Fotografía del autor.
Francisco Romano, jefe de brigada de combatientes al fuego forestal, y responsable del combate al fuego del paraje de El Cuilote, repasa los últimos detalles con el resto de los jefes de brigada antes de iniciar su labor. Fotografía del autor.

Francisco termina la reunión informativa: “Ayer trabajamos a toda madre, fuimos en grupos compactos y todos nos acompañamos. Hoy tenemos que hacerlo igual para mañana irnos a descansar”. Tanto Francisco como Amilcar preveen que el fuego quede controlado el día de hoy. Francisco vuelve a repasar los planes, ahora con cada jefe de brigada, identificada por un número, y vuelve a preguntar después de cada instrucción: “¿Entendiste, 32? ¿Entendiste, 34?” Después se acerca conmigo y me dice “tú te vienes con nosotros”.

 

Nos subimos a una Pick-Up junto con otros dos combatientes, Luis y Víctor. Otros charrasquinos, o tragahumos, apodos con los que se les conoce a quienes llevan a cabo esta labor.

 

Nos detenemos en una parte elevada al lado de la carretera de Tres Marías. Salimos de la camioneta y todos voltean a ver el cielo. Luego se miran entre ellos y casi al unísono concluyen: “Va a llover”. “Ya ven, una semana trabajando y van a decir que la lluvia fue la que apagó el incendio”, bromea Francisco. Después de divisar por dónde va avanzando el incendio, retomamos la ruta hacia dentro del paraje de El Cuilote.

 

En la camioneta, Francisco me explica: “No es la única guía con la que contamos”, refiriéndose al oteo recién realizado, “la CONAFOR tiene un convenio con la NASA. Cada mañana nos manda imágenes de satélite de los incendios activos y podemos hacer un plan de combate”.

 

Hay tres tipos de incendios forestales: subterráneo, superficial y aéreo. Sus nombres los describen muy bien, el subterráneo va entre rocas y raíces, no siempre es visible; el superficial va sobre el suelo y los troncos de los árboles, y el aéreo va en las copas de los árboles y puede saltar de rama en rama. Hay distintas técnicas de combate en cada uno. El incendio hacia el que vamos es un incendio tipo II, es decir, tiene partes subterráneas y partes superficiales.

 

Aún falta determinar la causa de este incendio, pero las probabilidades indican que fue humana. Más del 90% de los fuegos forestales es causado por humanos. “En esta zona es común que los empiecen los agricultores o los cazadores”, me cuenta Francisco; después de una breve pausa y leyendo la confusión de mi silencio, él mismo especifica: “Venados. Vienen a cazar venado principalmente”.

 

Ya dentro de El Cuilote, nuestra camioneta se detiene y otras dos que vienen detrás la imitan. Estamos en un paraje por donde claramente ya ha pasado el fuego. Los jefes de brigada parecen leer el fuego desde las cenizas. “Llegó por aquí, se encontró con esta loma y se detuvo, luego rodeó por acá”.

 

Ya no hay llamas a la vista, pero el suelo sigue caliente. El humo todavía emana de algunos lugares. Todo lo que piso es ceniza. Y de pronto, como si una llamarada sacudiera mi cabeza, se hace evidente todo lo que el Dr. Arturo Rodríguez me había contado en la entrevista un par de días antes: “El ecosistema se ha adaptado al fuego”. El parque nacional Lagunas de Zempoala es un bosque de oyamel, pino y encino; ahí “las cortezas de los árboles son gruesas y con resina, lo cual permite que la parte exterior del árbol se queme por suficiente tiempo para que pase el incendio, sin llegar al centro del árbol”.

La corteza de los árboles de pino y encino es gruesa y contiene una resina que le permite quemarse junto con el fuego, y al mismo tiempo, impide que queme la parte interior del árbol. El árbol se asoma detrás de una cicatriz que tirará en unos meses para continuar creciendo. Fotografía del autor.
La corteza de los árboles de pino y encino es gruesa y contiene una resina que le permite quemarse junto con el fuego, y al mismo tiempo, impide que queme la parte interior del árbol. El árbol se asoma detrás de una cicatriz que tirará en unos meses para continuar creciendo. Fotografía del autor.

Y no es la única función que cumple el fuego. Conforme este tipo de bosques crece, la parte baja –lo que los ecólogos llaman sotobosque–, se va aglomerando. A lo largo de los años, se acumulan las agujas secas de los pinos, las ramas y troncos caídos, los zacates largos, y llega el punto en que hay demasiada competencia por espacio y luz como para que las plántulas de los árboles jóvenes logren brotar y crecer. No sólo eso, sino que en ciertas situaciones, estos ecosistemas pueden empezar a ser invadidos por especies no nativas de árboles u otro tipo de vegetación de crecimiento más rápido que los pinos y encinos, y esta vegetación invasora puede llegar a acaparar muchísimos recursos.

Pero un buen fuego termina con todos esos problemas. El fuego consume casi todo el sotobosque –a lo que Francisco y los demás combatientes se refieren con combustible–, dejando una nutritiva capa de cenizas, de donde los árboles jóvenes pueden brotar sin problemas –e incluso, las altas temperaturas favorecen la germinación de ciertas especies de árboles–. Además, los árboles y la vegetación invasora que no está adaptada al fuego forestal queda consumida y el bosque deja de correr peligro.

Estamos acostumbrados a ver los fuegos forestales como un desastre natural, pero forman parte del ciclo vital de los bosques. “En el caso de un bosque con pinos”, me cuenta el Dr. Arturo Rodríguez, “es bueno que haya un fuego aproximadamente cada cinco años. Esto mantiene la carga de combustible baja y así se previenen fuegos catastróficos”. Este tipo de fuego al que hace referencia es el que quema por tanto tiempo que sí logra consumir casi al ecosistema entero. “Es como dice el dicho”, me explica Arturo, “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Aunque esto no justifica ni defiende los fuegos causados por la imprudencia humana”. Los fuegos deben de suceder naturalmente, o se deben de realizar quemas controladas.

El estudio de los efectos y funciones que cumple el fuego dentro de éste y otros ecosistemas se le llama ecología del fuego. Etimológicamente, ecología es el estudio de nuestra casa (del griego oikos, casa, y logia, estudio de), asumiendo al planeta o sus ecosistemas como nuestro hogar. Pero al ver cómo el bosque se ha adaptado al fuego, cómo lo ha recibido dentro de su casa, pienso que lo que están logrando estos árboles es algo más cercano a domesticarlo.

Recuerdo lo que me había dicho Francisco sobre que no había ocurrido un fuego en esta zona desde hace 20 años. Le pregunto si no se hubiera podido hacer una quema controlada, a manera de prevención, para evitar un fuego de la magnitud del que llevan combatiendo por siete días. “Estamos en un área natural protegida”, me contesta, “Lagunas de Zempoala no permite hacer quemas preventivas y ellos son los que deciden aquí. En otras áreas naturales sí dejan, pero depende de la dirección de cada lugar”.

Paraje que sufrió un fuego forestal el año pasado. Los zacates, aún negros en el centro, ya se muestran verdes, así como los brotes de algunos árboles. La carga de combustible es baja, y no hay ningún tipo de vegetación que no pertenezca al ecosistema. Fotografía del autor
Paraje que sufrió un fuego forestal el año pasado. Los zacates, aún negros en el centro, ya se muestran verdes, así como los brotes de algunos árboles. La carga de combustible es baja, y no hay ningún tipo de vegetación que no pertenezca al ecosistema. Fotografía del autor

Volvemos a subir a la camioneta y pasamos al lado de un paraje donde hubo un incendio el año pasado. Aunque los troncos y parte del zacate aún se veían negros, chamuscados, era evidente que el ecosistema estaba sano: los árboles tenían brotes nuevos de un verde vivo en las puntas, y los zacates empezaban a asomarse de entre las cenizas. Era como ver a un insecto cambiar de piel. El bosque siempre estuvo vivo por dentro. Y crecerá más grande y fuerte ahora.

Hacemos otras tres paradas breves para asegurarnos de que en realidad el fuego está agotándose. Y ésa parece ser la palabra más adecuada. Siete días de combate; también el fuego se cansa, se le acaban los recursos y termina por rendirse. Aquí también es cuando entiendo que el combate al fuego nunca es directo. No se ataca directamente a las llamas, sólo se intenta limitar su avance, cortarle escapes, cerrando camino y dejando que se autoconsuma. Que queme hasta que se agote. En parte, porque el fuego está cumpliendo una función, no hay que eliminarlo, sólo no permitir que se salga de control.

Una brecha que detuvo el avance del fuego. A veces, con tan sólo un metro de distancia en el que no haya combustible disponible, se logra detener el avance del fuego. Fotografía del autor
Una brecha que detuvo el avance del fuego. A veces, con tan sólo un metro de distancia en el que no haya combustible disponible, se logra detener el avance del fuego. Fotografía del autor

Paramos de nuevo en un claro. Las camionetas ya no pueden seguir y los jefes de brigada nos indican que vamos a rodear esta zona de incendio a pie y asegurarnos de que el fuego esté controlado. Controlado, que no es lo mismo que liquidado. El fuego puede estar delimitado en una región con muy pocas posibilidades de expandirse, pero puede estar todavía quemando dentro de dicha región. Cuando deja de quemar por completo es cuando el fuego ha quedado liquidado.

La zona que vamos a rodear, la vienen flanqueando desde el otro extremo dos brigadas de CONANP. Justo cuando empezamos a caminar, nos encontramos con ellas. Rápidamente reportan: “Ya está controlado. Ya no hay nada prendido”. Los jefes de brigada discuten. Revisan que sí hayan delimitado bien la zona, que no haya flamas y que las brechas que hicieron ayer aún se mantengan.

Después de un poco de discusión, nos dicen: “Parece que ya está controlado. Vuélvanle a dar la vuelta para asegurarnos por completo”. Nos indican que será una caminata de hora y media. Conforme damos los primeros pasos empieza a llover ligeramente, cumpliéndose la profecía de la mañana.

La lluvia nos acompaña por casi todo el trayecto y genera un oximorón olfativo. Por un lado está el olor del bosque con lluvia. Petricor: húmedo, terroso, evidencia de vida. Pero el olor del fuego persiste. Si bien no hay ninguna flama, el humo aún emana del suelo. Me siento rodeado de humo y tengo la sensación de una vertiginosa asfixia. Dentro de un bosque que no para de latir. Y me doy cuenta de que no es una contradicción, no es un oximorón, ambos olores representan la vida del bosque. No se está asfixiando, la asfixia acaba de terminar, eliminó todo lo que le estorbaba y está preparándose para volver a respirar.

Yuri Reyes. Las y los brigadistas de la CONANP llevan camisas azules, mientras que las y los de la CONAFOR y las y los brigadistas municipales llevan amarillo. Fotografía del autor.
Yuri Reyes. Las y los brigadistas de la CONANP llevan camisas azules, mientras que las y los de la CONAFOR y las y los brigadistas municipales llevan amarillo. Fotografía del autor.

Después de una hora hacemos una pausa. Lo agradezco infinitamente porque casi todo el trecho ha sido de subida y mi condición ya no es lo que era hace unos años. Todos los brigadistas empiezan a pasarse comida: galletas, pan, frutitas. Me ofrecen una bolsa de mangos y tomo uno, con más hambre que pena por no haber traído nada. Empiezan a preguntar por el del garrafón cuando, sonriente, llega uno de los brigadistas –aún con bastante energía– que acaba de realizar el mismo trayecto, pero cargando 20 litros de agua. Una ovación lo recibe.

Las y los brigadistas y combatientes platican y bromean entre ellos. Muchos hablan del gusto que les da tener este trabajo y cuidar su bosque, a pesar de la paga. Narran experiencias previas y se alegran de que mañana podrán descansar. Aunque saben que la temporada de incendios apenas comienza. Probablemente el descanso les dure un solo día.

Volvemos a emprender el camino, por suerte, de bajada. Y llegamos a otro claro donde ya nos esperan las camionetas. Francisco ha estado reuniendo información de todas las brigadas. Se vuelve a hacer un conteo de personas y declara que, si bien el fuego no está liquidado, está controlado al 100%. Empezamos el camino de regreso a Huitzilac. Llegamos a las 5:30 de la tarde. Estoy agotado y pienso que sólo experimenté una jornada corta. Reviso mi odómetro y marca diez kilómetros

En Huitzilac, varios de los brigadistas proponen ir a un bar cercano a beber “conejo” y celebrar el fin de este combate. El día de mañana se dará el anuncio de que el fuego ha sido liquidado al 100%, y que afectó 285 hectáreas del parque nacional Lagunas de Zempoala.

Dos brigadas de la CONAFOR y las dos brigadas comunitarias de Huitzilac después de nuestro recorrido para rodear la zona afectada por el incendio. Fotografía del autor.
Dos brigadas de la CONAFOR y las dos brigadas comunitarias de Huitzilac después de nuestro recorrido para rodear la zona afectada por el incendio. Fotografía del autor.

El Dr. Arturo Rodríguez es el mayor especialista en el estudio del fuego forestal en México. Tiene más de 35 años de trayectoria. Le pregunto sobre el futuro del combate al fuego en México. “El cambio climático es un problema”, me dice, “se avecinan más fuegos y de mayor intensidad”. Pienso que a los bosques les costará más tiempo recuperarse, y tal vez algunos no lo logren. “Pero tampoco es tan complicado”, continúa, “sólo debemos tomar mejores decisiones. Decisiones que no deben ser tomadas por políticos, sino por expertos operativos como los de la CONAFOR. Ellos entienden el fuego y a las comunidades. Ellos deben estar el frente”.

Los fuegos forestales no son un desastre. Sí son un riesgo en caso de que crezcan de más, tanto para el mismo bosque, como para las poblaciones aledañas. Pero también, forman parte del ciclo de vida de un bosque sano. Al parecer, tanto los humanos como los bosques, somos lo que somos –evolutivamente hablando– en parte por nuestro manejo del fuego. Es importante que trabajemos en conjunto, en beneficio mutuo para asegurar el futuro de ambos, que es el mismo.

 

La ecología del fuego

Para saber más

  • Rodríguez-Trejo, D. A. (2008). Fire regimes, fire ecology, and fire management in Mexico. AMBIO 37: 548-56.
  • Rodríguez-Trejo, D. A. and Fulé PZ. (2003). Fire ecology of Mexican pines and a fire management proposal. Int J Wildland Fire 12: 23-37.
  • Rodríguez-Trejo, D.A., Pausas, J.G. & Miranda-Moreno, A.G. (2019). Plant responses to fire in a Mexican arid shrubland. Fire Ecol 15, 11.https://doi.org/10.1186/s42408-019-0029-9.

Vórtice, enero-mayo 2021 es una publicación trimestral digital editada por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), a través de la Dirección de Publicaciones y Divulgación, Edificio 59 (Facultad de Artes), Campus Norte. Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209, Cuernavaca, Morelos, México. Teléfono +52 777 329 7000, ext. 3815. Correo: revistavortice@uaem.mx. Editora responsable: Jade Gutiérrez Hardt. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2014-070112203700-203, ISSN 2395-8871, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor.


Responsable de la última actualización de este número: Roberto Abad, Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209.


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