Cosmología: la ciencia que viaja hacia el pasado
COSMOS
¿Se han preguntado por qué, cuando cae un rayo durante una tormenta, el trueno no se escucha enseguida? ¿O por qué no se oye una explosión cuando estallan bombas pirotécnicas en el cielo? La repuesta sería muy parecida si nos preguntáramos por qué podemos ver el pasado del Universo. La luz y el sonido viajan a una velocidad finita, por eso toma tiempo que lleguen a tus oídos y ojos. La repuesta larga está aquí abajo.
Mi familia viene de la punta oriental de Francia, conocida como Bretagne. Este lugar es famoso por sus crepas y por Astérix. Es mi lugar favorito en el mundo por sus paisajes salvajes y sus noches sin nubes y sin contaminación lumínica (las nubes se vacían sobre la cabeza de los bretons todos los días, por eso no hay durante las noches).
Recuerdo una noche de agosto que fui con mi familia a acampar. Mientras cazaba estrellas fugaces con los ojos, me pregunté por qué la noche era tan oscura si es refugio de una infinidad de estrellas.
En buena medida, la respuesta viene del hecho de que el Universo tiene una edad finita y, cuando lo vemos, en realidad vemos su pasado. Así, un Universo infinito[1]en tamaño no podría iluminar nuestras noches, como el Sol lo hace durante el día, porque estaría tan lejos y sería tan viejo que las estrellas todavía no existirían para nosotros.
La cosmología es la ciencia que estudia nuestro Universo y su evolución. Normalmente, para ver la evolución de cualquier sistema, esperamos un momento y observamos cómo ha cambiado. Con el Universo es imposible, no porque no evolucione, sino porque no puede verse ninguna diferencia mientras esperamos, aunque pasen años. Lo que utilizamos como referente en astrofísica y en cosmología es el tiempo del viaje de la luz.
La noción de tiempo del viaje de la luz en la vida cotidiana no sirve, pues la luz es tan veloz que no podría compararse con ninguna de las velocidades que conocemos. De hecho, la velocidad de la luz en el vacío es la más grande. Su valor es aproximadamente de 300,000 kilómetros por segundo. La circunferencia de nuestro planeta, la Tierra, es de un poco más de 40,000 kilómetros; la luz podría darle más de siete vueltas en un segundo. Nosotros estamos acostumbrados a una velocidad distinta, una velocidad que nos permite percibir las cosas al instante. Es decir, que no desfasa la imagen que observamos con el momento en que ocurrió el evento asociado. Por ejemplo, cuando Kylian Mbappé anotó un gol durante la final del Mundial 2018 en Rusia, todos los aficionados del conjunto francés se levantaron al mismo tiempo para festejarlo, independiente de su posición en el estadio. Todos habían visto el gol al mismo tiempo. Para todos, el gol que daría la segunda estrella a la camiseta azul “con un gallo en el corazón” del equipo nacional ocurrió de manera simultánea.
¡Qué rayo!
Con el fin de entender la problemática de la no-simultaneidad, podemos usar como ejemplo el sentido del oído. Los ojos son sensibles a las ondas electromagnéticas, que llamamos luz, y el oído a las ondas de presión en el aire, que conocemos como sonido. El sonido se propaga en el aire a velocidad del sonido o Mach, término que se utiliza cuando hablamos de la velocidad de los aviones del Ejército. Que un avión vuele a Mach 2 significa que se mueve a dos veces la velocidad del sonido, lo que corresponde aproximadamente a 340 metros por segundo en la superficie de la Tierra. Es decir que un sonido necesita tres segundos para moverse un kilómetro. Podemos usar esta información para evaluar la distancia de un rayo cayendo durante una tormenta. Eso es muy útil para saber en qué momento buscar refugio en caso de que demos un paseo en bicicleta durante la lluvia. Si observamos un rayo, necesitamos tiempo para escucharlo. Si pasan tres segundos, significa que ha caído a un kilómetro de nuestra posición, seis segundos equivale a dos kilómetros, nueve segundos a tres kilómetros… Acabamos de entender lo necesario para explicar el título de este texto: cómo viajar al pasado.
Como un fuego de artificio
Este fenómeno también puede explicarse si decimos que escuchamos el rayo con un retraso de tres, seis o nueve segundos. Es decir, escuchamos un evento que ocurrió tres, seis o nueve segundos en el pasado. En otras palabras, escuchamos el rayo que se emitió en el pasado. El mismo fenómeno ocurre con la luz, pero un rayo de luz (también llamado fotón) atraviesa en un segundo una distancia equivalente al camino hacia la Luna.
¡Ah! la Luna, nuestra fiel compañera que nunca nos da la espalda. Vamos a dejarla ocho minutos para hablar del astro de nuestros días, el Sol. Esta bola de gas en fusión es el centro del sistema planetario conocido como Sistema Solar, formado por Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, que fue clasificado planeta enano en la última década. La distancia entre la Tierra y el Sol, llamada unidad astronómica, es de 150 millones de kilómetros, es decir 500 veces 300,000 kilómetros. Eso significa que la luz necesita 500 segundos (ocho minutos y 19 segundos) para viajar desde el Sol a la Tierra. La imagen que vemos del Sol cuando lo observamos en el cielo pertenece al Sol que fue ocho minutos atrás. Un observador en Neptuno verá el Sol cuatro horas y diez minutos en el pasado. Cuando vemos al Sol, vemos una versión suya del pasado y es la estrella más cercana a nosotros.
Vivimos en una galaxia llamada Vía Láctea; su nombre hace referencia a la mancha blancuzca que deja en el cielo nocturno (si tienen chance de verlo, háganlo lejos de las ciudades). Esta galaxia está compuesta por más de 100 mil de miles de millones de estrellas. Para tener una idea de esta cantidad podemos decir que es el número de segundos que pasan en 10 mil años. En otras palabras, ¡es muchísimo! La estrella más cercana a nuestro Sol es Alpha Centauri C o también conocida como Próxima Centauri. Está a 40 mil de miles de millones de kilómetros de nosotros… 40 000 000 000 000 kilómetros. Podemos comprender ahora por qué el kilómetro no puede ser una unidad de distancia agradable en la astronomía. Un año luz es la distancia que recorre la luz durante un año, es entonces una unidad de distancia, no de tiempo. Sin embargo, esta unidad no permite interpretar directamente el retraso de la imagen que observamos de un objeto celeste. La luz necesita 4.2 años (cuatro años, dos meses y doce días) para recorrer 40 mil de miles de millones de kilómetros; por tanto, vamos a decir que Próxima Centauri está a 4.2 años luz de nosotros. Si la luz necesita 4.2 años para viajar de Próxima Centauri hacia nosotros, significa que lo que vemos es la estrella que fue 4.2 años en el pasado.
Al infinito y más allá
El tamaño de nuestra galaxia es de 100 mil años luz, es decir que las estrellas más lejanas de nosotros están a casi 100 mil años en el pasado, lo que implica que podemos ver una estrella en nuestro cielo que ya se murió. En los últimos meses se ha venido hablando de una estrella roja y gigante llamada Betelgeuse, a causa de importantes variaciones en su luminosidad. Estando a una distancia de 500 años luz, Betelgeuse podría haber desaparecido hace mucho tiempo, mientras que nosotros la vemos todavía en el cielo nocturno. Las estrellas no viven indefinidamente, son unas bolas de gas transformando hidrógeno en helio y en elementos más pesados. Este ciclo de combustión emite mucha energía que percibimos como luz. Pero, cuando transformas hidrógeno en elementos más pesados, al final no queda hidrógeno. El ciclo de combustión cambia, lo que genera un desequilibrio entre la atracción gravitacional de su propia masa y su resistencia al colapso por esta luz emitida. Las estrellas del mismo tipo que nuestro Sol (como la mayoría de las estrellas) empiezan a comprimirse hasta tener una temperatura interna suficiente para generar nuevos ciclos de combustión que producen mucha energía. Esta energía expulsa el gas muy lejos, hasta una distancia más grande que la órbita de la Tierra. Mientras se enfría por esta dilatación, el ciclo de combustión no ocurre. La estrella colapsa de nuevo a tal punto que permite que el ciclo se renueve. Así oscila una estrella de tipo solar hasta expulsar la mayoría de su gas muy lejos, dando paso a una espléndida nebulosa planetaria como el “Ojo de gato”:
It all started with the big bang!
Dado que podemos observar galaxias a todas las distancias, podemos otorgarle propiedades a nuestro Universo en diferentes épocas del pasado. Gracias a estas observaciones, Edwin Hubble entendió en 1929 que el Universo está en expansión. Los investigadores Ralph Alpher y Robert Herman dedujeron que el Universo tenía que ser más caliente mientras era más joven y que por lo tanto debía existir una imagen de su cara infantil: la radiación cósmica de fondo. Esta imagen fue observada por casualidad la primera vez en 1964 por Arno Penzias y Robert Wilson. Desde entonces nació realmente la idea del modelo del Big-Bang. Este nombre tiene una historia particular: fue dado por un gran astrónomo inglés, Fred Hoyle, quien utilizó en emisiones radiofónicas de la BBC la palabra Big-Bang de manera despectiva, refiriéndose al modelo del Universo en expansión, diciendo que todo empezó en una gran explosión. Esta descripción es falsa y trae todavía muchas ideas falsas que trataremos de combatir en otros artículos. Por otro lado, el nombre de este hecho está asociado a mi trabajo y a una de mis series favoritas en la que sale un loco alto, enamorado de trenes y banderas.
Espero que, desde ahora, cuando miren el cielo nocturno, piensen en el gran viaje que harán hacia el pasado. Quizás estarán observando una estrella que ya no existe. Si tienen chance de usar un telescopio (durante un evento como “La noche estelar”) podrán ver galaxias con decenas de millones de años en el pasado.
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