El cambio climático: ¿El lobo feroz del cuento?

Por Pamela Estrellita Zúñiga Bello

Es sabido que la literatura modifica la realidad. ¿Pero qué tanto sucede al revés? ¿Qué tanto el mundo que conocemos interviene en las historias? Imagina a Caperucita roja sin bosque a causa de la sequía e incendios forestales; a los tres cerditos con la casa destruida por la intensidad de los huracanes; a la bella durmiente sin poder despertar a causa de la contaminación del aire, o a la sirenita sin poder nadar con libertad por el mar debido a la cantidad de residuos. Los cuentos que conocemos y que nos contaban antes de dormir cuando éramos pequeños, terminarían con: “Y no fueron felices para siempre debido al cambio climático, acelerado por el ser humano”.

La conquista del espacio (y otros poemas)

Por Melissa Niño

Que los soviéticos llegaron a la Luna antes que
los norteamericanos, en 1966 –cuando mi madre contaba,
si es que contaba, apenas con tres años–, es una verdad
según en qué parte del planeta hayas crecido.

Que la huella ecológica del hombre ha rebasado la Tierra,
y alcanzó a Venus, Marte, Titán, un cometa y dos asteroides,
es una verdad según en qué galaxia hayas crecido.

De átomos y ciertas figuras retóricas

Por Xadeni Escalante Contreras

Es un error pensar que la ciencia y la poesía son mutuamente excluyentes. Ya lo dijo Niels Bohr: “cuando se trata de átomos, el lenguaje puede ser utilizado sólo como en la poesía”. Él mismo afirma que, en la física cuántica, no se pueden entender adecuadamente los procesos físicos sin hablar de ellos mediante metáforas. ¿Por qué Bohr expresa la necesidad del lenguaje poético?

Islas de calor: urbanización y crisis ambiental

Por Víctor Gutiérrez Pacheco

Trantor es la capital del gran imperio galáctico en la saga Fundación e Imperio de Isaac Asimov. “Centro de todas las intrigas” es un mundo-ciudad de 1200 millones de kilómetros cuadrados, cuyo único fin es la administración de los millones de planetas habitados que conforman la sociedad galáctica. Su urbanización es el punto máximo del desarrollo del imperio, toda la superficie del planeta es una sola ciudad que vive bajo una cubierta metálica sin ningún indicio de vegetación, producto de “la extrema proeza del hombre; la conquista completa y casi desdeñosamente final de un mundo”.