Lo que acecha en las profundidades

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Lo que acecha en las profundidades

La Tierra

Lo que acecha en las profundidades

No puedo pensar en las profundidades del mar sin estremecerme ante las cosas sin nombre que pueden estar arrastrándose y tambaleándose en este mismo momento sobre su lecho fangoso, adorando a sus antiguos ídolos de piedra y tallando sus propias semejanzas detestables en obeliscos submarinos de granito empapado de agua.

 

H. Lovecraft, “Dagón”

 

 

H. P. Lovecraft, el escritor estadounidense de terror, menciona en su cuento “Dagón” que las profundidades marinas siempre han sido objeto de misticismo y especulación, generando horror en algunos y fascinación en otros. Una muestra de ello son las figuras mitológicas como el Kraken o las sirenas, que habitan en los océanos más remotos. Incluso en la Biblia se menciona a la criatura apocalíptica Leviatán, un dragón o serpiente marina de tamaño colosal. Lovecraft renovó a estos seres con el horror cósmico, un género que explora la insignificancia humana ante entidades incomprensibles e interestelares. Su creación más icónica es Cthulhu, un ser primigenio con rasgos de pulpo y dragón, cuyos tentáculos y cuerpo escamoso evocan a una criatura marina ancestral. Aunque llegó de otro mundo, ahora yace dormido en las profundidades del océano, atrapado en la sumergida ciudad de R’lyeh, donde es adorado por los “profundos”.

 

En la actualidad, la existencia de monstruos y criaturas mitológicas ha sido relegada a simples leyendas. El conocimiento científico ha avanzado hasta el punto de explicar casi todo lo que nos rodea, dejando poco espacio para lo inexplicable. Sin embargo, a pesar de estos enormes progresos, seguimos conociendo mucho más sobre el cosmos que sobre las profundidades del océano. Sin duda, quienes las habitan no son monstruos, ni cultos, ni dioses cósmicos esperando ser despertados para traer el caos a nuestra civilización. Lo que encontramos son especies que, aunque puedan parecer extrañas a primera vista, son simplemente animales que, por las extremas condiciones, como la profundidad, han desarrollado adaptaciones que las hacen, por lo menos, “peculiares” y al mismo tiempo fascinantes.

 

El mar profundo es considerado por los expertos como la región que comienza a partir de los 200 metros de profundidad [1]. Para tener una idea de lo que esto significa, basta con imaginarse a alguien parado en la punta de la Torre Latinoamericana de la Ciudad de México, mirando hacia abajo, hacia las calles por donde pasa la gente. El mar profundo comenzaría aproximadamente después de esos 182 metros hacia abajo. Ahora, si descendiéramos más, llegaríamos al punto más profundo jamás explorado por los humanos: la Fosa de las Marianas, a unos 11000 metros bajo el nivel del mar. Para visualizar esta profundidad, sería necesario imaginar 60 Torres Latinoamericanas colocadas una sobre otra, desde la base hasta la cima. Esta torre gigante formada por decenas de torres comenzaría a aproximarse a la inmensidad de la profundidad abismal de la Fosa de las Marianas.

 

El mar profundo es como un gigantesco y misterioso laberinto, uno con sus propios secretos y criaturas, dividido en diferentes niveles. El primero, la zona mesopelágica o crepuscular, se extiende de 200 a 1000 metros de profundidad. Aquí la luz es muy escasa, como una sala de cine, aunque destellos bioluminiscentes (proceso a través del cual los organismos vivos producen luz) rompen la oscuridad ocasionalmente. La temperatura varía entre 3 y 5 °C, y la presión oscila entre 20 y 100 atm. Para ponerlo en perspectiva, 1 atm es la presión que sentimos sobre nuestro cuerpo estando al nivel del mar, prácticamente imperceptible. En la zona mesopelágica, la presión es entre 20 y 100 veces mayor, como si tuvieras sobre tu cuerpo el peso de más de 1000 garrafones de agua [2] [3].

 

El segundo nivel llamado Batipelágica se ubica entre los 1000 y 4000 metros de profundidad. La presión es de entre 100 a 400 atm y la temperatura se mantiene alrededor de los 4 °C. No hay luz solar, así que está a oscuras completamente y los habitantes brillan con luz propia, gracias a la bioluminiscencia. Si descendiéramos aún más, entre 4000 y 6000 metros, encontraríamos la zona abisal. Ahí, la presión es increíblemente alta (400 a 600 atm) y la temperatura es muy fría, entre 0 y 4 °C. Es tan oscuro que casi parece que estuvieras en una cueva gigante submarina. Este entorno hostil parece sacado de un relato de Lovecraft, con criaturas adaptadas a condiciones extremas y dotadas de bioluminiscencia para comunicarse, atraer presas o confundir a los depredadores. Si el escritor norteamericano hubiera sabido de estos seres, tal vez los habría convertido en habitantes de sus mundos prohibidos [4] [5].

 

Finalmente, más allá de los 6000 metros, se encuentra el nivel Hadal. La presión que se sentiría sobre el cuerpo es grandísima, como estar aplastado por un montón de camiones (600 a 1100 atm), y la temperatura es similar a la de nuestros refrigeradores, entre 1 y 2.5 °C [6] [7]. Éste es el rincón más remoto y desconocido del océano, donde la oscuridad es total y la vida es aún más extraña y asombrosa. A pesar de ser una de las regiones menos estudiadas, la ciencia ha avanzado mucho en comprender los organismos que viven en estas oscuras y frías profundidades. Gracias a nuevas herramientas analíticas y estadísticas, ahora es posible monitorear más de cerca la vida en aguas profundas.

Macropinna microstoma, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.
Macropinna microstoma, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.

La visión en un mundo de oscuridad

 

Estás en medio de la noche. Todas las luces de tu casa se apagan y sólo tienes una vela para guiarte. Cada paso se volvería un desafío, y moverse sin tropezar es casi imposible. Ahora, lleva esa sensación a un lugar donde la luz es aún más escasa: las profundidades del océano.

 

Probablemente H.P. Lovecraft imaginaba un entorno como el océano profundo cuando creó a los Shoggoths, seres amorfos con múltiples ojos que acechan en la oscuridad. Quizás pensaba que, en un mundo sin luz, tener muchos ojos les permitiría captar los escasos destellos que emergen de las profundidades. En la realidad, aunque no existen monstruos tan grotescos, sí hay criaturas con adaptaciones asombrosas para sobrevivir en la penumbra. Uno de estos seres es el pez de cabeza transparente, Macropinna microstoma, un habitante de las aguas profundas del Pacífico, Atlántico e Índico, en la zona mesopelágica crepuscular. En un ambiente con tan poca luz, este pez ha desarrollado una adaptación en sus ojos [8], que son de un verde brillante, lo que los hace extremadamente sensibles a la luz y les permite distinguir algunos colores. Lo más curioso es que sus ojos no están ubicados en su rostro, sino dentro de su cabeza. Su cráneo es transparente y gelatinoso, como un slime con dos pequeñas esferas verdes brillantes en su interior. Y aún hay más: los ojos de este pez pueden rotar 90 grados, lo que le permite ver hacia arriba o hacia adelante sin mover la cabeza, sólo girando sus ojos. Esta habilidad le permite captar mejor la luz tenue que llega a su entorno y le ayuda a encontrar comida u organismos bioluminiscentes, de los cuales se alimenta [9] [10].

Alvinella pompejana, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.
Alvinella pompejana, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.

Criaturas desafiantes

 

En las profundidades del océano existen ecosistemas parecidos a la ciudad perdida de Innsmouth: un lugar imaginado por H.P. Lovecraft como frío y desolado, en ruinas, con espacios abandonados y malolientes. Sin embargo, también existen otros ecosistemas como las ventilas hidrotermales, las cuales destacan como verdaderos hornos submarinos: fisuras en el lecho marino por donde brotan columnas de agua cargada de minerales (fumarolas negras) a temperaturas que superan los 300 °C [11]. Uno de los habitantes más impresionantes de estos parajes extremos es el gusano de Pompeya (Alvinella pompejana). Este animal construye sus tubos en las paredes de las fumarolas negras y es capaz de soportar temperaturas altas. Su tolerancia térmica no se debe sólo a su asociación con bacterias, sino también a una combinación de proteínas resistentes al calor y mecanismos celulares especializados que protegen su estructura frente a temperaturas letales. Las bacterias que recubren su dorso además desempeñan un papel clave en la desintoxicación de metales pesados y en la obtención de nutrientes, pero el gusano mismo es una maravilla biológica, capaz de resistir condiciones que serían letales para la mayoría de los seres vivos [12] [13] [14].

 

Por otro lado, la presión es una fuerza omnipresente, aunque en nuestra vida cotidiana rara vez la notamos. En el océano, sin embargo, es una de las barreras más implacables para la vida. A medida que se desciende en las profundidades marinas, la presión aumenta exponencialmente. En la zona hadal, a más de 6,000 metros bajo la superficie, esta fuerza es tan aplastante que resulta letal para la mayoría de los organismos conocidos. Sin embargo, hay criaturas que han encontrado la manera de sobrevivir en estos entornos extremos.

 

Uno de los seres más fascinantes de estas profundidades es Pseudoliparis swirei, el pez caracol de la Fosa de las Marianas. Este organismo ha sido registrado a 7,966 metros de profundidad, donde la presión es más de 800 veces superior a la que sentimos en la superficie. Su cuerpo translúcido y gelatinoso le permite resistir el aplastamiento, ya que sus huesos no están completamente osificados y no posee vejiga natatoria (la estructura que les sirve a los peces para controlar su flotabilidad), evitando así el colapso que sufrirían otros peces con estructuras llenas de gas [15][16]. En lugar de ser destruido por la presión, ha evolucionado para adaptarse perfectamente a ella.

 

H. P. Lovecraft tal vez habría relacionado estas criaturas con el mítico Padre Dagón, una deidad marina colosal descrita en sus relatos. Los habitantes de la ciudad sumergida de Y’ha-nthlei lo veneraban como una presencia insondable en lo más profundo del océano, una entidad que, al igual que el pez caracol, habitaba regiones que ningún ser humano podría soportar. Pero mientras Dagón pertenece a la ficción, estos peces son una realidad que la ciencia apenas comienza a comprender.

 

Como hemos visto, en las profundidades no acechan monstruos mitológicos como el Kraken o el Leviatán, ni siquiera las deidades cósmicas de Lovecraft, pero lo que encontramos es igual de fascinante y, a su manera, igualmente inquietante. Las criaturas que habitan estos reinos oscuros y hostiles han evolucionado para prosperar donde pocos se atreverían a imaginar. Seres como el pez de cabeza transparente o el gusano de Pompeya se adaptándose a condiciones extremas que aplastarían o incinerarían a cualquier otro ser vivo.

 

Y si Lovecraft hubiera podido mirar más allá de sus pesadillas, quizá habría descubierto que, en las profundidades, los seres que imaginaba en realidad sí existen, sus habilidades son extraordinarias y nos recuerdan que el océano es un mundo tan misterioso como lo imaginó. En su vasta oscuridad, la vida ha encontrado maneras de florecer, demostrando que incluso en los lugares más recónditos del planeta, la naturaleza es capaz de crear formas de vida tan extraordinarias como las que el mismo Lovecraft habría escrito.

 

Así, el mar profundo continúa siendo un escenario de asombro y misterio, donde lo siniestro se mezcla con lo sublime, y donde, más allá del miedo a lo desconocido, se nos invita a explorar y admirar lo que se esconde en las sombras.

Pseudoliparis swirei, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.
Pseudoliparis swirei, 2024. Dibujo de Alma Ortíz.

Referencias

[1]Low-Pfeng, A., & Peters-Recagno, E. M. (2014). La frontera final: El oceáno profundo.

[2] Woods Hole Oceanographic Institution. Twilight Zone. Recuperado 1 de julio de 2024, de https://www.whoi.edu/know-your-ocean/ocean-topics/how-the-ocean-works/ocean-zones/twilight-zone/

[3] How far does light travel in the ocean? National Ocean Service. Recuperado 1 de julio de 2024, de https://oceanservice.noaa.gov/facts/light_travel.html

[4] National Science Foundation (2001). Scientists Succeed At First-Ever Attempt To Sequence DNA At Sea; Pioneering Technologies Allow Real-Time Sequencing Of Organisms From Hydrothermal Vents In Pacific Ocean. Recuperado 27 de junio de 2024, de https://www.sciencedaily.com/releases/2001/11/011102074304.htm

[4] Shank, T. (2021) Technology Demonstration: NOAA Ship Okeanos Explorer: NOAA Ocean Exploration. Recuperado 27 de junio de 2024, de https://oceanexplorer.noaa.gov/okeanos/explorations/ex2102/features/hadalzone/hadalzone.html

[5] Talley, L. D., Pickard, G. L., Emery, W. J., & Swift, J. H. (2011). Introduction to Descriptive Physical Oceanography. Descriptive Physical Oceanography, 1–6.

[6] Encyclopaedia Britannica (1998). Abyssal zone | Deep Sea Ecology, Geology & Exploration. Recuperado 27 de junio de 2024, de https://www.britannica.com/science/abyssal-zone

[7] Macropinna microstoma summary page. Recuperado 27 de junio de 2024, de https://www.fishbase.se/summary/Macropinna-microstoma

[8] de Busserolles, F., Fogg, L., Cortesi, F., & Marshall, J. (2020). The exceptional diversity of visual adaptations in deep-sea teleost fishes. Seminars in Cell and Developmental Biology, 106, 20–30.

[9] Robison, B. H., & Reisenbichler, K. R. (2008). Macropinna microstoma and the paradox of its tubular eyes. Copeia, 4.

[10] Martin, W., Baross, J., Kelley, D., & Russell, M. J. (2008). Hydrothermal vents and the origin of life. Nature Reviews Microbiology, 8, 805-814.

[11] Amils, R., Ellis-Evans, C., & Hinghofer-Szalkay, H. (2007). Life in extreme environments. Life in Extreme Environments, July 2007, 1–450.

[12] Desbruyeres, D., & Laubier, L. (1980). Alvinella pompejana gen. sp. nov., Ampharetidae aberrant des sources hydrothermales de la ride Est-Pacifique. Oceanologica Acta, 3(3), 267–274.

[13] Haddad, A., Camacho, F., Durand, P., & Cary, S. C. (1995). Phylogenetic characterization of the epibiotic bacteria associated with the hydrothermal vent polychaete Alvinella pompejana. Applied and Environmental Microbiology, 61(5), 1679–1687.

[14] Gerringer, M. E., Linley, T. D., Jamieson, A. J., Goetze, E., & Drazen, J. C. (2017). Pseudoliparis swirei Nov.: A newly-discovered hadal snailfish (Scorpaeniformes: Liparidae) from the Mariana Trench. Zootaxa, 4358(1), 161–177.

[15] Wang, K., al. (2019). Morphology and genome of a snailfish from the Mariana Trench provide insights into deep-sea adaptation. Nature Ecology and Evolution, 3(5), 823–833.

 

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