El miedo no anda en burro: los efectos de los humanos sobre los carnívoros silvestres

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El miedo no anda en burro: los efectos de los humanos sobre los carnívoros silvestres

La Tierra

El miedo no anda en burro: los efectos de los humanos sobre los carnívoros silvestres

Los seres humanos estamos prácticamente en todos lados. Es difícil imaginarse un lugar (quizás exista) donde no hayamos logrado llegar y expandirnos, convirtiendo la tierra en pavimento, los bosques, matorrales y selvas en cultivos, y construyendo miles de caminos que faciliten la conexión entre nuestras poblaciones [1].

 

El crecimiento de la mancha urbana es cada vez más acelerado, las zonas rurales se vuelven parte de las ciudades, nuevas zonas residenciales “muy acá” para vivir rodeado de naturaleza a costa de ésta, son fenómenos frecuentes que no sólo provocan la alteración y la pérdida de hábitat para la fauna silvestre, sino también generan que la interacción entre animales y personas se vuelva casi inevitable.

 

Los carnívoros se encuentran entre las especies más vulnerables a los efectos de la urbanización, ya que, al requerir grandes extensiones de área para hacer de su vida un papalote –o sea comer, cazar, reproducirse–, esta situación los pone en constante conflicto con el ser humano. A todo mundo le gusta ver jaguares, tigres, osos, coyotes, etcétera, y sí, ¡son muy bonitos!, pero nadie quiere verlos de cerca, ni mucho menos compartir el mismo espacio con ellos, bueno, tal vez a algunos sí… aunque (cof cof) los intrusos sean otros.

 

Para los carnívoros, el estar cerca de los seres humanos representa muchas cosas, no sólo una mayor probabilidad de que mueran por causas relacionadas con ciertas acciones humanas (cacería, atropellamiento, envenenamiento), sino también los lleva a cambiar aspectos en su comportamiento, lo cual les permite tener una mayor probabilidad de sobrevivir [3]. ¡Pero a qué costo!  

Imagen 1. Cercanía de asentamientos humanos a sitios naturales donde se encuentra la fauna silvestre. Foto de María Eugenia Espinosa Flores, Guanajuato, 2014.
Imagen 1. Cercanía de asentamientos humanos a sitios naturales donde se encuentra la fauna silvestre. Foto de María Eugenia Espinosa Flores, Guanajuato, 2014.

Para entender la magnitud de los efectos que los seres humanos ejercen sobre los carnívoros, es necesario hablar de un término que se aplica en ecología: “el paisaje del miedo”, que refiere a los efectos no-letales que un depredador tiene sobre su presa con el simple hecho de estar ahí [3]. Por ejemplo, la presa, para evitar a su depredador, trata de estar activa en las horas del día cuando su depredador no lo está, o evita ciertos sitios donde sea más susceptible a que se la coman, sin importar que en estos sitios exista una mayor cantidad de alimento.

 

En el caso de los seres humanos y los carnívoros, no se dice paisaje del miedo, sino paisaje de coexistencia. El ser humano representa una especie de depredador y el carnívoro es la presa. Se le llama “de coexistencia” porque se considera que estos cambios en su comportamiento que les permiten evitar a la gente, también, puede facilitar la coexistencia entre ambos [2].

 

Muy probablemente todos hemos experimentado este paisaje de coexistencia: cuando nuestros padres (o cualquier otra figura de autoridad) están molestos con nosotros y tratamos de evitarlos a toda costa. Podría ser que tengamos hambre, pero, ¿qué hacemos si están en la cocina? Preferimos aguantarnos. A veces incluso llegamos a evitar cualquier contacto visual.

 

Afortunadamente, para nosotros esto es algo pasajero, pero en el caso de los carnívoros es permanente, y el tener que modificar su comportamiento para evitarnos, no es una cuestión trivial, pues tiene efectos negativos sobre su propio bienestar, que es de lo que después de tanto rollo les venimos a hablar, sobre las consecuencias que experimentan los carnívoros por tener que vivir cerca de poblaciones humanas.

 

Comes y te vas

 

Comer toma su tiempo, y es una actividad que todos disfrutamos, y odiamos tener que apresurarnos, pero a veces tenemos que hacerlo si queremos, no sé, llegar a tiempo a alguna cita. Para los carnívoros también es así, y adonde quieren llegar es a cualquier lugar donde no haya seres humanos. Es por eso que, cuando están cerca de las áreas donde hay más personas, se encuentran en un dilema entre comer bien o estar seguros. Entonces modifican su dieta: en vez de cazar presas grandes que los dejen satisfechos, se tienen que conformar con presas más pequeñas, y por tanto, el tiempo que tienen que pasar cazando y consumiendo es mucho menor.

 

El problema es que consumir presas más pequeñas obliga a los carnívoros a tener que cazar más veces en un periodo de tiempo más corto, si es que quiere obtener la energía necesaria para sobrevivir. A veces no lo van a poder lograr, especialmente cuando se trata de una hembra con crías –en la mayoría de los carnívoros sólo la madre se dedica al cuidado de las crías, en otras especies como los lobos (Canis lupus), coyotes (Canis latrans) y las zorritas del desierto (Vulpes macrotis), la pareja reproductiva o grupos más grandes colaboran en el cuidado [4]–, pues tiene más bocas que alimentar, por lo que no es tan raro que lleguen a perder a sus crías debido a una mala alimentación [5, 6].

 

En ocasiones, tener que vivir cerca de los seres humanos, para los carnívoros también tiene sus “ventajas”, como tener acceso a ciertas presas que regularmente no forman parte de su dieta, pero que son tan abundantes y mucho más fáciles de cazar, que incluso pueden llegar a ser un componente importante en su alimentación.

 

En la India, muchas áreas urbanas se encuentran cerca de donde viven varias especies de carnívoros como los leopardos (Panthera pardus). Estas áreas se caracterizan por tener una gran cantidad de perros y gatos en las calles que no son resguardados en la noche, ya sea porque son animales abandonados o por descuido de sus dueños, lo que los hace una presa fácil, tanto así que se han convertido en su presa principal.

 

Sin embargo, el consumir animales domésticos es uno de los principales motivos del conflicto entre seres humanos y carnívoros, que muchas veces deriva en la muerte de los segundos [7]. Claro que es terrible que se coman a tu michi o a tu ganado, pero eso no debería significar una sentencia de muerte para el carnívoro, y podría ser una oportunidad de ver nuestro propio papel como facilitadores de este tipo de eventos y buscar alternativas para evitar que vuelvan a ocurrir [8]. 

Imagen 2. El conflicto humano-carnívoro puede llevar a la cacería ilegal de los carnívoros como una forma de represalia, incluso de especies como el oso negro (Ursus americanus) que se encuentran en peligro de extinción en México. Foto de María Eugenia Espinosa Flores, Sonora, 2009.
Imagen 2. El conflicto humano-carnívoro puede llevar a la cacería ilegal de los carnívoros como una forma de represalia, incluso de especies como el oso negro (Ursus americanus) que se encuentran en peligro de extinción en México. Foto de María Eugenia Espinosa Flores, Sonora, 2009.

Más vale aquí corrió que aquí quedó

 

Como una estrategia para evitar a los seres humanos, los carnívoros también modifican cómo y por dónde se van a mover y las horas en las que estarán activos. A lo largo de todo el mundo se ha documentado que muchos carnívoros tienden a evitar los sitios con presencia humana, pero como “estamos en todos lados”, esto no siempre es posible. Cuando tienen que moverse cerca de estos sitios, lo harán a las horas en que las personas se encuentran en su mayoría dormidas, cuando hay menos tráfico vehicular, y al moverse a través de estos lugares lo hacen más rápido de lo normal [9,10,11].

 

Estos cambios en los patrones de sus movimientos y actividad implican que los carnívoros perciban a la humanidad como un riesgo, de manera similar a como una presa percibe a su depredador. Por ejemplo, un movimiento más rápido puede indicar el deseo de atravesar con urgencia un área que el animal considera de mayor riesgo [2].

 

¿Quién de nosotros y nosotras no ha tenido que caminar por la noche con una sensación de inseguridad, haciendo que sin darnos cuenta empecemos a caminar más rápido para llegar a nuestro destino, o nos cambiemos de banqueta porque no está lo suficientemente iluminado, o porque hay ciertas personas que te dan mala espina (siempre hagan caso a su instinto), o evitamos andar por completo en un sitio porque sabemos que es peligroso?

 

Cuando te toca aunque te quites

 

Se podría decir casi como una regla que, ante más urbanización, menor es la probabilidad de ver un carnívoro, pero existen muchas excepciones. No todos los carnívoros son iguales. Muchas especies como los mapaches (Procyon lotor), los zorros rojos (Vulpes vulpes), la zorra gris (Urocyon cinereoargenteus) y el coyote se pueden ver beneficiados por la urbanización, y ser incluso más abundantes en sitios urbanizados que en lugares naturales. Mientras que para otras especies como los lobos, el gato montés (Lynx rufus) y los pumas (Puma concolor) es todo lo contrario [12,13]

 

Esto se debe a que cada especie responde de manera distinta a la urbanización; se ha observado una tendencia de que los carnívoros de menor tamaño, y con una mayor amplitud de dieta, como son los omnívoros, pueden prosperar en ambientes urbanizados, mientras que las de mayor tamaño, y con una dieta más estricta, su presencia se ve más limitada por la expansión urbana [12].

 

Pero hay algo que no tiene excepciones y que es igual para todos: mientras más urbanizado se vuelva un sitio, la probabilidad de mortalidad por causas humanas es mayor [14], a tal grado de que en muchos sitios el ser humano se convierte en la principal fuente de mortalidad para los carnívoros [15].

 

Por ejemplo, la expansión humana no sólo conlleva a una mayor extensión del área desarrollada, también implica una expansión de las carreteras, y mayor tráfico vehicular, que pueden llevar a la mortalidad de los carnívoros cuando intentan atravesarlas; se convierten en una fuente de mortalidad muy importante para muchas especies [15,16].

 

También, el acercamiento de los asentamientos humanos al hábitat de los carnívoros, facilita el ingreso de los humanos a estas áreas, provocando que los carnívoros sean más susceptibles a la cacería. En nuestro país, la cacería, ya ha llevado a la extinción a algunas especies. No sé si sepan, pero en México tenemos osos. En estos días, sólo contamos con una especie, el oso negro, pero hace algunas décadas también teníamos oso pardo (Ursus arctos) –quizá les suene más oso grizzli– que perdimos para siempre [17] más o menos por ahí de la década de los sesenta, a causa de la cacería (probablemente también por el uso de venenos).

 

Actualmente, aunque existen mecanismos para llevar a cabo una cacería legal y regulada (¡ojo!, no estamos en contra de la cacería mientras se haga de esta manera), es muy frecuente que sea de manera ilegal, con consecuencias cuya dimensión lamentablemente no podemos alcanzar a ver, ya que la mayor parte de las veces, estos eventos no se documentan, pero sabemos que es algo que ocurre en muchos lugares [18].

Imagen 3. Debido a la expansión humana, los carnívoros no sólo se ven forzados a atravesar lugares más peligrosos como las carreteras, también la cercanía de los asentamientos humanos a su hábitat los convierte en presa más fácil de la cacería ilegal. Fotos de María Eugenia Espinosa Flores, Sonora y Querétaro, 2010 y 2016.
Imagen 3. Debido a la expansión humana, los carnívoros no sólo se ven forzados a atravesar lugares más peligrosos como las carreteras, también la cercanía de los asentamientos humanos a su hábitat los convierte en presa más fácil de la cacería ilegal. Fotos de María Eugenia Espinosa Flores, Sonora y Querétaro, 2010 y 2016.

Es común en México que las personas que viven en sitios cercanos a los carnívoros estén molestas con su sola presencia. Lamentablemente, hemos sido testigo en diversas ocasiones de la falta de tolerancia que existe hacia los animales, y aunque parezca increíble, es frecuente escuchar comentarios como: “¿Por qué no los puedo matar si se están comiendo a mis [nombre de una presa natural de los carnívoros que la gente considera de su propiedad]?”, “vi a un [nombre de algún carnívoro], y pues lo maté para que no me hiciera daño”, “me destruyeron [algo material] y los fuimos a buscar a sus madrigueras y los matamos” (así fue para la madre osa y su cría que se ve en la Imagen 2).

 

Este tipo de actitudes nos indican que no entendemos el verdadero valor de los carnívoros más allá del dinero que se pueda obtener, ya sea por sus pieles, garras, colmillos o incluso para venderlo como mascotas. La tolerancia es esencial para la sobrevivencia de los carnívoros en un mundo urbanizado[18], pero la tolerancia no sólo implica que no tomemos medidas extremas si llegamos a tener un conflicto con estas especies, sino también la necesidad de tomar precauciones para evitar una posible causa de conflicto, como es la depredación de nuestras mascotas y/o ganado. Esto se puede lograr al ser un propietario responsable con un mejor cuidado de nuestros animales; lo cual siempre tiene que incluir una mayor vigilancia.

 

Es importante entender que estos animales cumplen una función en el ecosistema: limitar la abundancia de sus presas, la dispersión de semillas (en el caso de los omnívoros), y como especies indicadoras (especies cuya presencia o ausencia nos indica las condiciones ambientales de un sitio). Desafortunadamente, la expansión humana no tiene límite, cada vez somos más personas y por lo tanto requerimos más recursos y espacio. La persistencia de los carnívoros en un planeta cada vez más urbanizado es posible, pero depende de que logremos coexistir, para lo cual será necesario ser conscientes de que no sólo a ellos le corresponde modificar su comportamiento.

Imagen 4. Coyote decomisado de un taller mecánico por tenerlo ilegalmente como mascota. Fotos de María Eugenia Espinosa Flores, Guanajuato, 2013.
Imagen 4. Coyote decomisado de un taller mecánico por tenerlo ilegalmente como mascota. Fotos de María Eugenia Espinosa Flores, Guanajuato, 2013.
El miedo no anda en burro: los efectos de los humanos sobre los carnívoros silvestres

Los autores agradecen al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por el financiamiento otorgado mediante la convocatoria CB2016-287607, con el cual se realiza un proyecto sobre el gato montés en el centro de México, y del que se desprende este artículo.  

 

Referencias

 

[1] Globaïa. (2012). Welcome to the Anthropocene. Disponible en:  https://globaia.org/anthropocene

 

[2] Oriol‐Cotterill, A., Valeix, M., Frank, L. G., Riginos, C., & Macdonald, D. W. (2015). Landscapes of coexistence for terrestrial carnivores: the ecological consequences of being downgraded from ultimate to penultimate predator by humans. Oikos, 124(10), 1263-1273. https://doi.org/10.1111/oik.02224

 

[3] Laundré, J. W., Hernández, L., & Altendorf, K. B. (2001) Wolves, elk, and bison: reestablishing the” landscape of fear” in Yellowstone National Park, USA.  Canadian Journal of Zoology, 79(8), 1401-1409. https://doi.org/10.1139/z01-094

 

[4] Hunter, L. (2018). Carnivores of the World. 2da edición. Princeton University Press, Princeton, US.

 

 [5] Smith, J. A., Wang, Y., & Wilmers, C. C. (2015). Top carnivores increase their kill rates on prey as a response to human-induced fear. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 282(1802), 20142711. http://doi.org/10.1098/rspb.2014.2711

 

[6] Smith, J. A., Wang, Y., & Wilmers, C. C. (2016). Spatial characteristics of residential development shift large carnivore prey habits. The Journal of Wildlife Management, 80(6), 1040-1048. https://doi.org/10.1002/jwmg.21098

 

[7] Athreya, V., Odden, M., Linnell, J. D., Krishnaswamy, J., & Karanth, K. U. (2016). A cat among the dogs: leopard Panthera pardus diet in a human-dominated landscape in western Maharashtra, India. Oryx, 50(1), 156-162. https://doi.org/10.1017/S0030605314000106

 

[8] Panthera-Belize (2021). UPDATE FROM THE FIELD: The life of Ben the jaguar, Cockscomb Basin Wildlife Sanctuary, Belize. Disponible en: https://fb.watch/89PuwXNwlY/

 

[9] Valeix, M., Hemson, G., Loveridge, A. J., Mills, G., & Macdonald, D. W. (2012). Behavioural adjustments of a large carnivore to access secondary prey in a human‐dominated landscape. Journal of Applied Ecology, 49(1), 73-81. https://doi.org/10.1111/j.1365-2664.2011.02099.x

 

[10] Harris, S., Baker, J. P., Soulsbury, C. D & Iossa, G. (2010). Eurasian badgers (Meles meles). Pp.109-119. En: Urban carnivores. Ecology, conflict, and conservation (Gehrt, S.D., Riley, S. P. D., & Cypher, B. L. eds.). The John Hopkins University Press. Baltimore.

 

[11] Grubbs, S. E., & Krausman, P. R. (2009). Use of urban landscape by coyotes. The Southwestern Naturalist, 54(1), 1-12. https://doi.org/10.1894/MLK-05.1

 

[12] Haskell, D. E., Webster, C. R., & Flaspohler, D. J. (2013). Relationship between carnivore distribution and landscape features in the northern highlands ecological landscape of Wisconsin. The American Midland Naturalist, 169(1), 1-16. https://doi.org/10.1674/0003-0031-169.1.1

 

[13] Crooks, K. R. (2002). Relative sensitivities of mammalian carnivores to habitat fragmentation. Conservation biology, 16(2), 488-502. https://doi.org/10.1046/j.1523-1739.2002.00386.x

 

[14] Mace, R. D., Waller, J. S., Manley, T. L., Lyon, L. J., & Zuuring, H. (1996). Relationships among grizzly bears, roads and habitat in the Swan Mountains Montana. Journal of Applied ecology, 1395-1404. https://doi.org/10.2307/2404779

 

[15] Riley, S. P., Sauvajot, R. M., Fuller, T. K., York, E. C., Kamradt, D. A., Bromley, C., & Wayne, R. K. (2003). Effects of urbanization and habitat fragmentation on bobcats and coyotes in southern California. Conservation Biology, 17(2), 566-576. https://doi.org/10.1046/j.1523-1739.2003.01458.x

 

[16] Wynn-Grant, R., Ginsberg, J. R., Lackey, C. W., Sterling, E. J., & Beckmann, J. P. (2018). Risky business: Modeling mortality risk near the urban-wildland interface for a large carnivore. Global Ecology and Conservation, 16, e00443.

 

[17] Brown, D. E. (1996). The grizzly in the southwest. Oklahoma University Press, Oklahoma, US.

 

[18] Liberg, O., Chapron, G., Wabakken, P., Pedersen, H. C., Hobbs, N. T., & Sand, H. (2012). Shoot, shovel and shut up: cryptic poaching slows restoration of a large carnivore in Europe. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 279(1730), 910-915. https://doi.org/10.1098/rspb.2011.1275

 

 [19] Hilty, J. A., Keeley, A. T. H., Lidicker, W. Z. Jr., & Merenlender, A. M. (2019). Corridor Ecology: Linking landscapes for biodiversity conservation and climate adaptation. Island Press, Covelo, US.

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Responsable de la última actualización de este número: Roberto Abad, Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209.


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