Aires de ciudad

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La Tierra

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Camino sin avanzar

 estoy rodeado de ciudad

Me falta aire

me falta cuerpo.

“Dos en uno”, Octavio Paz

 

 

¡Cuántas veces has oído decir a tu abuelita que “a fulanito le dio un aire” para referirse a la adquisición de alguna enfermedad derivada del mal tiempo, del cambio de temperatura o de la suciedad de un sitio! Pues, en efecto, el aire transporta contaminantes que dañan la salud humana, la vegetación y también las estructuras.   

 

El aire, elemento común indispensable para la vida, sin el cual el ser humano no puede vivir por más de cinco minutos, contiene sustancias nocivas que no son perceptibles a simple vista, por eso se estudian con ciertos instrumentos analizadores capaces de estimarlas día y noche, sin parar. Estos equipos se colocan en diversas azoteas de edificios públicos como hospitales y escuelas, en zonas contaminadas de la ciudad.

 

Y son de gran ayuda, dado que nuestros sentidos no son capaces de percibir con precisión las sustancias contaminantes, es decir, aunque podemos tener dolor de cabeza, nauseas, escurrimiento nasal, ojos llorosos y cansancio a causa de la contaminación, no podemos decir qué y cuánto hay en el aire. Además de que estas sustancias, por ejemplo, el material particulado, tiene efectos a largo plazo, se le relaciona con el desarrollo de cáncer de pulmón y otras enfermedades respiratorias y cardiacas. De ahí la importancia de su cuantificación con equipos especiales.

 

En México, el aire se vigila desde los años sesenta, cuando internacionalmente se aceptó la relación entre las emisiones tóxicas, producto de la quema de combustibles fósiles y sus consecuencias adversas para los humanos.[*] El monitoreo atmosférico, que es la cuantificación del material particulado y los gases más comunes en el aire ambiente (monóxido de carbono, dióxido de sulfuro, óxidos de nitrógeno y ozono), se emprendió para tener una idea de qué tan contaminada está la atmósfera de una región o una ciudad.

 

Pero, ¿cómo es que las lecturas de esas sustancias tóxicas se convierten en la calidad del aire? ¿Y cómo son procesados los datos resultantes de los instrumentos de medición de dichos contaminantes? 

 

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Caseta de monitoreo en azotea.

Los instrumentos que estiman la cantidad de contaminantes en la atmósfera son automáticos en el sentido que hacen su trabajo con poco mantenimiento o supervisión humana, pero no se mandan solitos, hay muchas decisiones detrás de ellos sobre cómo y dónde deben medir. Es decir, forman parte de una red, de un sistema complejo donde intervienen conocimientos, prácticas, creencias, preferencias, políticas, intereses, partidos políticos, expertos, fabricantes de instrumentos, normas locales e internacionales, entre muchos otros factores.

 

Esto quiere decir que si un candidato político prometió en su campaña electoral, por ejemplo, aire limpio, seguramente habrá mayores recursos económicos y humanos para el monitoreo atmosférico, lo que puede traducirse en la compra de instrumentos y una vigilancia más estricta. Por el contrario, si ese mismo político apoya la creación de nuevas instalaciones industriales en la ciudad, el medio ambiente sufre las consecuencias y también las entidades a cargo de su cuidado y monitoreo. El conocimiento y la información son generados por personas, instituciones y políticas con diversas prioridades e ideas de lo que es importante y para cumplirlas hacen uso de la ciencia y la tecnología.

 

Los instrumentos analizadores de las sustancias contaminantes arrojan miles de datos diariamente, que son ordenados, validados y analizados. El personal de la Secretaría de Medio Ambiente que se encarga de las anteriores tareas comúnmente se conoce como técnicos analistas. Debido a la gran cantidad de información, estos técnicos emplean un software cuya labor, además de clasificar, limpiar y revisar los datos, evalúa rápidamente a través de una escala qué tan limpio o sucio se encuentra el aire.  

 

A partir de esta información, se originan los índices de la calidad del aire que informan y alertan a la población y a las autoridades correspondientes sobre las medidas a tomar, en caso de que los contaminantes rebasen los límites permisibles establecidos por las Normas Oficiales Mexicanas. El índice funciona como una especie de semáforo que indica, por ejemplo, cuándo se aplica el programa “Doble Hoy No Circula”.

 

Cabe señalar que los datos generados por los instrumentos o equipos automáticos son cifras, números y gráficas en los que se transforman los contaminantes atmosféricos, y que los técnicos de la calidad del aire llaman datos crudos, puesto que consideran que aún no han sido procesados. No obstante e inevitablemente, estas series de números se encuentran configuradas por diversas selecciones relacionadas con la ubicación de los instrumentos analizadores (no es lo mismo que se coloquen en las zonas más contaminadas que en aquellas más limpias); los periodos establecidos en la que los datos estimados han de ser arrojados cada minuto o cada hora; la capacitación y pericia de los técnicos que brindan mantenimientos y los que analizan los datos; el presupuesto público destinado para su operación, entre muchos otros intereses y circunstancias políticas que inciden en su estudio.

 

En este sentido, los datos crudos son, como dice el profesor Bowker [1], un oxímoron porque ya han sido “cocinados”.  No obstante, solemos pensar a los datos arrojados por los instrumentos como crudos, porque creemos que las máquinas, los aparatos, las computadoras y en general las tecnologías trabajan solitas, es decir, sin los humanos y su cultura. 

 

Para recoger, ordenar y validar los datos generados por los equipos automáticos de las sustancias contaminantes –monóxido de carbono, dióxido de sulfuro, óxidos de nitrógeno, ozono y material particulado–, la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno de la capital mexicana utiliza el software estadounidense AirVision. Este sistema aplica alrededor de 55 reglas de validación, introducidas por el propio órgano gestor, a fin de seleccionar los datos que cumplen con los criterios y que por tanto se consideran confiables.

 

 

 

Los criterios, dice el órgano gestor citadino, se aplican para “limpiar” los datos e identificar aquellos detectados como “sospechosos” o que no muestran la realidad/calidad del aire. El análisis realizado por el sistema consiste en marcar con una bandera los datos que muestran una condición irregular. Excepcionalmente estas banderas también pueden ser colocadas de forma manual. Esto significa que los datos se escogen bajo ciertas reglas y metodologías con el fin de lograr un panorama estable del estado de las sustancias contaminantes.  Por lo anterior, puede decirse que los datos pasan por otro proceso de cocción.

 

Los técnicos de la calidad del aire están convencidos de que las reglas de validación limpian los datos, ayudándoles tanto a elegir los datos que sí cumplen con los requisitos, como a anular los que no son adecuados. No conciben utilizarlos, así como salen del instrumento, pues creen que en algunos casos no se corresponden con la realidad, por ejemplo, los datos negativos son imposibles para las sustancias contaminantes, no así para la temperatura.

 

En este entendido, se piensa a los criterios de validación/selección como sistemáticos, exactos y verificables, cuya aplicación produce datos fiables de lo que hay en el aire ambiente. No obstante, estas reglas también encarnan teorías sobre el funcionamiento de los instrumentos y del propio fenómeno estudiado, además de que están relacionadas con su manera de hacer las cosas, sus creencias y conocimientos; esto es, con los protocolos de recolección de datos, con la infraestructura técnica y con las propias características del sistema de monitoreo.[**] 

 

Los datos procedentes de los instrumentos se transforman en la calidad del aire: esto es, en una cifra, aparentemente justa e impersonal, que además se piensa intercambiable (puesto que se espera pueda moverse fuera de su contexto original), así como fija y universal, lo que funda confianza. De modo que, como menciona Theodore Porter [3], estos datos hacen mucho más que cuantificar: ordenan la calidad del aire y también pueden ser usados como estrategias para justificar acciones, por ejemplo, para cerrar industrias.[**] En este sentido, lo técnico y lo político se mezclan de tal modo que hacen parecer que la contaminación atmosférica se maneja y se controla.

 

No obstante, el aire y las sustancias que transporta no saben de fronteras, se mueven y se transforman. De modo que, el mal aire del que te hablaba tu abuelita sí te puede enfermar ahora o en unos años, por eso se analiza y se cuantifica [5]. Pero como hemos visto su medición enfrenta grandes retos, debido a la imposibilidad de obviar las diferencias geográficas, culturales, económicas, epistemológicas y políticas en el acto mismo de estimar los contaminantes e interpretar sus resultados. Esto quiere decir que, los datos en ningún caso son crudos pues adquieren el sazón/intereses/características de quien los cocina haciendo que sea fácil digerirlos/entenderlos.

 

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Polución. contaminación del medio ambiente, visible en lo alto de la ciudad.
 
Aires de ciudad

Para saber más  

 

¿Quieres ampliar la información del presente texto? Consulta el libro electrónico: El aire de cada día: Política y medición de la contaminación atmosférica en la Ciudad de México (1960-2015). Este texto explora cómo se genera la calidad del aire, y quiénes la hacen posible en México. El libro explica la manera en que la dimensión técnica se relaciona con asuntos políticos, sin que por ello deje de ser científica y técnicamente válida. 

Disponible en: https://www.puec.unam.mx/index.php/publicaciones/44-novedades-editoriales/1783-el-aire-de-cada-dia-epub 

 

Referencias  

 

[1] Bowker, G. (2005). Memory practices in the science. Massachusetts Institute of Technology Press.  

 

[2] Bowker, G. y S. Leigh (1999). Sorting Things Out Classification and Its Consequences. Massachusetts Institute of Technology Press.  

 

[3] Porter, T. M. (1995). Trust in numbersThe pursuit of objectivity in science and public life. Princeton University Press.  

 

[4] En 1989. Soto-Coloballes, N. V. (2021). El aire de cada día: Política y medición de la contaminación atmosférica en la Ciudad de México (1960-2015). Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, UNAM.  

 

[*] En este 2022 se cumplen 50 años de la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidad sobre el Medio Humano, es decir, del primer paso hacia el desarrollo del derecho ambiental.

 

¿

[**] El 19 de marzo de 1991 se cerró la refinería ubicada en la alcaldía Atzcapotzalco de la Ciudad de México. El entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari mencionó entre los motivos de su clausura el compromiso con la salud de la población y el cuidado del medio ambiente.

 

Exposiciones

 

Kim Abeles (2019) https://issuu.com/csuf_cota/docs/ka-gallerygd

 

https://www.youtube.com/watch?v=lhekC5zWido

 

Foto de portada: Capa de contaminantes sobre la ciudad. Autor Marco Antonio Romero.

 

El resto de las fotografías son de la autora.

Vórtice, enero-mayo 2021 es una publicación trimestral digital editada por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), a través de la Dirección de Publicaciones y Divulgación, Edificio 59 (Facultad de Artes), Campus Norte. Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209, Cuernavaca, Morelos, México. Teléfono +52 777 329 7000, ext. 3815. Correo: revistavortice@uaem.mx. Editora responsable: Jade Gutiérrez Hardt. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2014-070112203700-203, ISSN 2395-8871, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor.


Responsable de la última actualización de este número: Roberto Abad, Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209.


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