Fuimos la gota de agua viajando en el meteorito
Cruzamos galaxias, vacío, milenios
Buscábamos oxígeno, encontramos sueños
Jorge Drexler
Siempre me ha gustado viajar, conocer nuevos lugares, nuevas personas, nuevas costumbres. Desde hace unos años, comencé a viajar con mi pareja y así recorrer lugares asombrosos y conocer personas extraordinarias. En cada viaje hemos intentado vivir las experiencias que cada destino nos tiene preparado, conocer las costumbres, platicar con la gente que vive ahí, escuchar sus historias. Éstas han nutrido nuestros sueños, nuestras ideas y nuestros corazones. Existen tantas cosas por compartir y nosotros tenemos tanto por aprender.
De vez en cuando nos toca conocer viajeros con un gran corazón que vienen de diferentes partes del mundo, con ideas diferentes a las nuestras, concepciones fantásticas de la vida y con las que compartimos algo en común: aman caminar por el mundo. Con ellos hemos caminado las montañas de San Luis Potosí, hemos recorrido la reserva natural de Puebla, hemos caminado entre museos y sitios históricos de la Ciudad de México, Aguascalientes, Oaxaca, entre otros.
Mientras platicamos de las diferencias y similitudes entre pueblos, culturas y gastronomía, me quedo pensando en lo maravilloso que es poder recorrer cada espacio de la Tierra, poder sentir el viento, el camino bajo mis pies, oler las flores y las hierbas. Y al tiempo que disfruto todo eso, me pregunto, ¿desde hace cuánto nuestra especie pudo recorrer el planeta? ¿Cómo es que los humanos adquirimos la capacidad de caminar en dos pies y liberar nuestras manos para ir haciendo maravillas con ellas?
La historia de cómo los humanos comenzamos a caminar en dos pies ha sido un enigma durante mucho tiempo. Gracias al desarrollo de la ciencia, sabemos que humanos y otros primates provenimos evolutivamente de un ancestro en común que vivió hace millones de años, que se parecía más a los simios que a los humanos modernos. Esto hace suponer que descendemos de seres que habitaban los árboles y se desplazaban utilizando manos y pies. Entonces, ¿en qué momento adoptamos una postura erguida y comenzamos a sostenernos sobre nuestras piernas?
Numerosos investigadores han intentado seguir las huellas que nuestros antepasados dejaron en su paso por la Tierra a través del estudio de los fósiles encontrados principalmente en algunas regiones de África, los cuales nos hablan de los andares y las travesías de los primeros humanos. Muchas historias se han entretejido alrededor de estos hallazgos, pero la pregunta de cuándo comenzamos a recorrer el mundo en dos pies, sigue vigente.
Caminando nos encontramos
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más.
Antonio Machado, 1912
En la noche del 24 de noviembre de 1974 en Hadar (Etiopía), un grupo de excavación dirigido por el paleoantropólogo Donald Johanson y su estudiante Tom Gray, celebraban el primer encuentro con el pasado al ritmo de Lucy In The Sky With Diamonds. El descubrimiento consistía en una gran cantidad de restos homínidos pertenecientes a un Australopithecus aferensis (antecesor del Homo sapiens, el humano moderno). En aquella exitosa excavación se recuperaron un total de 52 huesos, lo que representaba el 40% de un cuerpo completo [1]. Tal hallazgo permitió crear una representación de nuestros ancestros y encontrar respuestas a algunas de las preguntas que se habían planteado durante muchos años sobre la evolución humana, en especial, ¿cómo y cuándo nuestra especie empezó a caminar de forma bípeda, es decir, en dos pies?
Después de varios estudios realizados a los restos de Etiopía se pudieron identificar algunos rasgos físicos del ser descubierto: se trataba de una mujer de aproximadamente 1.10 m de altura y 20 años de edad, probablemente embarazada al momento de su muerte [2]. Johanson no tenía la certeza absoluta de haber encontrado los restos de una mujer, pero su experiencia le dijo que así era y aquella noche decidió bautizar al ser descubierto como Lucy, en honor a la canción de The Beatles. Lucy marcó un hito en la historia de la antropología y muchos investigadores quisieron trabajar con ella para conocer su pasado, que es nuestro pasado. Con ayuda de la tecnología, años después, se pudo hacer una reconstrucción de la probable imagen de Lucy, consolidándola como un gran referente de la historia de la humanidad.
Un segundo encuentro con el pasado ocurrió el 24 de julio de 1978, en Laetoli (Tanzania), cuando Paul I. Abell encontró un conjunto de huellas fósiles de pisadas que la antropóloga Mary Leakey y un equipo de investigadores atribuyeron a homínidos de hace más de 3.5 millones de años. En este conjunto se pueden observar tres pares de huellas de diferentes tamaños entre sí: mientras que las más pequeñas trazan un camino de ida y vuelta, las medianas parecieran pisar a su vez las huellas más grandes, como si siguieran sus pasos.
Lo anterior llevó a pensar que pudieron haber sido hechas por una familia de tres integrantes caminando sobre la arena [3]. Estas escenas y muchas más se han creado ante la naturaleza de un hallazgo único en su tipo, el cual sugiere actividades tan humanas como caminar con la familia. Gracias a los estudios posteriores fue posible sugerir que los integrantes de este grupo eran más altos que los homínidos evolutivamente anteriores a ellos, y que tenían una postura bípeda donde todo el peso del cuerpo recae en los pies.
Por último, el tercer encuentro: corría el año de 1979 cuando la expedición de Phillip Tobias extrajo un total de 221 metros cúbicos de materiales fósiles de una excavación profunda en las grutas de Silberberg (Sudáfrica). El 28 de febrero del año siguiente, David Malopole, un ayudante de Tobias, encontró cuatro huesos de un mismo pie. Sin embargo, ocurrió una desafortunada confusión debido al pequeño tamaño de éstos, pues fueron catalogados como huesos de un babuino y puestos en una caja para su conservación. Pasaron 14 años hasta que, en septiembre de 1994, mientras Ronald J. Clark revisaba la caja, identificó uno de esos huesos como perteneciente a un homínido.
Ronald continuó revisando la caja hasta rescatar los otros tres huesitos que formaban el hallazgo en las grutas de Silberberg. Tal fue su sorpresa al ver que había una articulación perfecta entre ellos, que de inmediato contactó a Tobias y le hizo llegar fotografías, moldes y un informe donde aseguraba que uno de los huesos tenía características muy similares a las del humano, mientras que los otros tres huesos mostraban características tanto humanas como simiescas [4]. Debido al tamaño tan pequeño de estos restos fósiles, el posible dueño de ese pie fue llamado Little Foot, que hacía referencia a su tamaño y a la confusión suscitada.
La historia de la marcha
Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos,
y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo.
Forrest Gump, 1994
Los hallazgos de Lucy, Little Foot y las huellas de Lateolli han sido de gran importancia para el estudio de la marcha (como le llaman los especialistas al caminar) y para determinar de forma aproximada cuándo comenzamos a adoptar una posición bípeda como especie. Los estudios de datación temporal nos permitieron calcular que Lucy caminó por este planeta hace 3.18 millones de años [5] y Little Foot hace 3.6 millones de años [6], mientras que las huellas de Lateolli se calculan en más de 3.5 millones de años. Si los rastros de la evolución del género Homo datan de hace aproximadamente 5 millones de años [7], entonces la historia de nuestra marcha bípeda es muy reciente. Se podría decir que es uno de los rasgos más jóvenes que tenemos como especie, uno que aún se encuentra en proceso de evolución.
Los científicos estudian los huesos encontrados buscando ver en ellos las huellas de las actividades producidas por efecto del desgaste que causan el movimiento y la postura. En 1979, Mary Leakey y Hay hicieron un análisis a las huellas de Laetoli. Con base en la observación de ciertas características del pie, como la posición del dedo gordo [8], llegaron a la conclusión de que las personas de ese grupo caminaban en una posición bípeda completa, lo cual fue reforzado por los estudios de Day y Wickens, en 1980 [4].
En 1988, Owen Lovejoy explicó en un artículo que las huellas en el esqueleto de Lucy nos permiten confirmar que caminaba en dos pies. Uno de los huesos de la cadera (sacro) se encontró casi intacto, permitiendo ver huellas de inserción de los cuatro músculos más importantes de las piernas en un área que permite la estabilización de la pelvis, lo cual es esencial para alguien que camina en dos pies, como nosotros. También se encontró una huella de un quinto músculo en el mismo sitio donde lo tenemos los humanos de hoy. Además, aunque el fémur de Lucy es más largo que los actuales, mantiene el grosor delgado en la parte superior, esto nos indica que tenía una posición y marcha totalmente bípeda, que es poco funcional para vivir en los árboles [9].
En 1995, Clark y Tobias publicaron un artículo en la revista Science para explicar los hallazgos encontrados en los huesos de Little Foot. Estos científicos observaron que el dedo gordo y la articulación de los cuatro huesos del pie tenían una posición que permite la marcha bípeda, aunque todavía con algunos rasgos compartidos con los chimpancés, como su uso para trepar árboles. Para ellos, esto fue una muestra evidente de la evolución: los huesos marcaban un camino anatómico que iba desde lo más simiesco hasta lo más humano, en una dirección de adelante (dedo gordo) hacia atrás (astrágalo). A diferencia de Lucy, estos rasgos indican que Little Foot se encontraba en esa transición entre la vida arbórea y la marcha bípeda, lo que hace pensar que la evolución no se dio de forma lineal [4], y que para llegar a la estructura de Lucy fueron necesarios muchos cambios más.
Sigamos caminando
Quizá nosotros somos las palabras
que cuentan lo que somos.
Eduardo Galeano, 1989
Pero la evolución de nuestro caminar no se quedó en Lucy ni en Little Foot, sino que continúa hasta hoy. Los científicos, actualmente, siguen haciendo análisis de nuestros huesos para estudiar los cambios que los humanos modernos tenemos frente a las nuevas presiones a las que nuestro cuerpo se encuentra sometido. Por ejemplo, el aumento en el uso de dispositivos móviles, aunque nos facilitan la vida en muchos sentidos, también provocan que nuestra postura y caminar sean modificados por efecto de las posturas que adoptamos, pues estas provocan que la columna se curve excesivamente y tomemos la forma jorobada.
Caminar en dos pies ha sido uno de los grandes cambios que la evolución nos ha dejado: nos permitió hacer eficiente nuestro andar, ahorrar energía, liberar nuestras manos para poder hacer otras actividades, recorrer el mundo y convivir con gente de otros lugares. Cada continente del mundo tiene rastros de aquellos que caminaron, se quedaron y cambiaron. La habilidad de andar en dos pies tuvo un gran impacto en la vida de los seres humanos por muchas razones; una de ellas es que facilitó la migración, con lo que expandimos nuestros horizontes y dejamos nuestras huellas para contar la historia de una especie en movimiento, que evolucionó y cambió a lo largo del tiempo.
Los humanos actuales somos los herederos de este largo camino evolutivo que comenzó con algunos pasos asustados, que intentaban guardar el equilibrio al bajar de un árbol. Salgamos a caminar, disfrutemos de nuestro cuerpo y de nuestro mundo, caminemos en armonía, con la cabeza erguida, mirando al frente y disfrutando del jugueteo de nuestros brazos. Caminemos solos, acompañados, con música, bailando, riendo, llorando o platicando, pero ¡sigamos caminando!
Referencias
[1] Luengo, F. (2016). Lucy, la madre de la humanidad. Témpora, Magazine de historia. https://www.researchgate.net/publication/303551422_Lucy_madre_de_la_humanidad
[2] UNAM. (2020). Lucy, el fósil que cambió paradigmas. UNAM Global. https://unamglobal.unam.mx/lucy-el-fosil-que-cambio-paradigmas/
[3] Cela, C.; y Ayala, F. (2001). Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
[4] Tobias, P. (1996). El descubrimiento de Little Foot y la luz que proporciona sobre cómo los homínidod se volvieron bípedos. En Cela, C.; Gutiérrez, R.; y Martínez J. (Eds.), Senderos de la Evolución Humana (pp. 11-33). Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano de la Secretaría de Educación Pública; Universidad Autónoma Metropoloitana-Iztapalapa; Universitas de les Illes Balears.
[5] Marris, E. (2016). Iconic Fossil Assigned Probable Cause of Death: A Big Fall. Sapiens, Anthtopology Magazine. https://www.sapiens.org/biology/arboreal-human-ancestors-lucy/
[6] Granger, D.; Gibbon, R.; Kuman, K.; Clarke, R.; Bruxelles, L.; & Caffee, M. (2015). New cosmogenic burial ages for Sterkfotein Member 2 Australopithecus and Member 5 Oldowam. Nature, 522, 85-88. https://doi.org/10.1038/nature14268
[7] Agustí, J. (2017). La evolución del género “homo”, Nuevas incógnitas y perspectivas. Métode Science Studies Journal, 94, 47 – 53. DOI: 10.7203/metode.8.9308
[8] Cela, C.; y Ayala, F. (2001). Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
[9]Lovejoy, O. (1988). Evolution of Human Walking. Scientific American, 259(5), 118-125. https://www.jstor.org/stable/24989268
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