Por Pedro Eduardo Román Taboada
Una mañana, mientras buscaba entre las fotos que tomé con mi celular, me di cuenta de que muchas ya no estaban. Por alguna razón –quizá la caída de mi teléfono desde casi un metro de altura– se habían borrado. Dos cosas son seguras en esta vida: la muerte y la pérdida de archivos. Había ocurrido la segunda. La insistencia en tenerlas de vuelta me hizo preguntarme dónde podrían estar, y esto me recordó un meme que encontré en Facebook: