Antivacunas y el regreso de enfermedades olvidadas

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Antivacunas y el regreso de enfermedades olvidadas

Ser Humano

Antivacunas y el regreso de enfermedades olvidadas

Recientemente, me encontré con un video en YouTube de una paciente de 15 años con la enfermedad de tétanos. Me impresionó tanto que decidí platicarle a mis colegas pediatras. Entonces discutimos el tratamiento de esa enfermedad que prácticamente no nos enseñaron a manejar en la especialidad. ¿Por qué? Porque desde el descubrimiento de las vacunas y las campañas internacionales de vacunación, las enfermedades prevenibles se han convertido en padecimientos que la mayoría de las veces uno solamente lee en los libros. Hasta que te encuentras con videos como el que me topé, en los que aparecen padres que no confían en las vacunas, y a quienes se les hizo fácil creer en la opinión de la vecina, la tía, el audio que les enviaron por WhatsApp de alguien que se dice ser “médico”, o porque leyeron que su hija podría convertirse en autista si la vacunaban. Sin embargo, ahora tienen una hija que puede morir por una enfermedad prevenible por vacunación.

 

La vacunación es, sin lugar a duda, uno de los avances de la medicina moderna que mayor impacto ha tenido en la protección de la población contra enfermedades infecciosas. El desarrollo de las vacunas se remonta al siglo XVIII, cuando Edward Jenner observó que las lecheras que tenían contacto con el virus de la viruela bovina no desarrollaban la viruela que afectaba a los humanos. Edward Jenner fue el primero en transmitir el virus bovino a un niño, el hijo de su jardinero, y posteriormente lo expuso al virus para demostrar que no sufría la enfermedad. Tiempo después, gracias a un esfuerzo internacional de vacunación, en 1979 la Organización Mundial de la Salud declaró erradicada la viruela. Así es, en ninguna parte del mundo habría un niño o un adulto con la enfermedad.

El doctor Edward Jenner (1749-1823) realizando la primera vacunación contra la viruela a James Phipps, un niño de ocho años, el 14 de mayo de 1796, retratado al óleo Ernest Board.
El doctor Edward Jenner (1749-1823) realizando la primera vacunación contra la viruela a James Phipps, un niño de ocho años, el 14 de mayo de 1796, retratado al óleo Ernest Board.

De la misma forma en que estos esfuerzos internacionales lograron erradicar una enfermedad tan grave y contagiosa, que podía ocasionar la muerte, los organismos de salud se han esforzado por agregar otros padecimientos prevenibles por vacunación a esa lista tan corta de enfermedades erradicadas por vacunas, donde solamente se encuentra la viruela y la polio tipo 2 y 3, en el caso de enfermedades que afectan a los humanos; y la peste bovina. Sin embargo, varias de las enfermedades que estaban cercanas a desaparecer, como el sarampión y la rubeola, han presentado un aumento de casos como consecuencia de la disminución en las tasas de vacunación, ocasionada por el llamado movimiento antivacunas.

Un chip no me controlará

El temor a las vacunas es tan antiguo como el inicio de la vacunación, inicialmente por un trasfondo religioso que las consideraba “operaciones diabólicas”, hasta argumentos políticos cuando los padres se sentían obligados por el partido político contrario a vacunar a sus hijos contra su deseo [1]. Sin embargo, este movimiento tuvo un auge posterior a la publicación de un estudio de Andrew Wakefield en The Lancet en 1998. En dicho estudio, en donde se reportaba el caso de 12 niños, Wakefield argumentaba que la vacuna contra sarampión, rubeola y varicela predisponía a mayor riesgo de autismo. Estos “resultados” fueron refutados, pues se descubrió que Wakefield había recibido apoyo económico de litigantes contra la manufactura de vacunas, y que sus métodos de estudio no fueron éticos; ante tales evidencias la revista se retractó del estudio, declarándolo completamente falso [2]. Wakefield fue eliminado del Registro Médico del Reino Unido y se le impidió ejercer la medicina. No obstante, el daño estaba hecho, y como chisme en una peluquería, se divulgaron con mayor facilidad los resultados erróneos que los reales. Las tasas de vacunación comenzaron a bajar, teorías conspirativas se desarrollaron y la información real que demostraba los beneficios de la vacunación, había pasado a segundo término.

Disponíamos de información confiable, que demostraba el descenso de más del 90% en la incidencia de difteria, tosferina, tétanos, sarampión, rubeola, etcétera, probando que la vacunación es el producto de la ciencia que más vidas ha salvado en el mundo [3]. Y, sin embargo, incluso personalidades como Oprah Winfrey, tenían invitados que continuaban repitiendo que las vacunas ocasionaban autismo, y en lugar de desmentir, la desinformación continuaba.

Antivacunas y el regreso de enfermedades olvidadas

Previo al desarrollo de la vacuna COVID, la búsqueda en google de la palabra vacunación e inmunización desplegaba un 43% de sitios antivacunas, incluyendo los primeros 10 resultados [1]. Y los motivos para no vacunar se fueron ampliando, no solamente por el miedo al autismo, sino por ideas religiosas sobre los componentes de las vacunas. Por ejemplo, la vacuna triple viral (contra sarampión, rubeola y varicela) contiene gelatina porcina como estabilizador, un medio para asegurar un almacenamiento eficaz del compuesto activo de la vacuna. Esta “gelatina” es distinta a la que se usa para el consumo alimenticio (por aquello de las religiones que prohíben comer cerdo). Las proteínas de esa gelatina se han purificado, aun para utilizarse en las cápsulas de medicamentos, y aunque de acuerdo con la religión judía, y con algunos líderes islámicos, las gelatinas en vacunas no constituyen una violación a sus restricciones alimenticias, los musulmanes recomiendan buscar otras alternativas. Esto demuestra el trabajo extra que debe realizar la comunidad científica para satisfacer a todas las poblaciones en la búsqueda de salud.

 

¿Cómo preparar una vacuna en 3 sencillos pasos?

 

Ante estas ideas y para evitar conflictos éticos, el desarrollo de distintas vacunas se ha modificado a lo largo de la historia. Desde cambiar los componentes que la hacían económica y estable, hasta eliminar la necesidad de disponer del virus para poder desarrollar una respuesta inmunológica. Como cualquier fármaco, actualmente la producción y utilización de una vacuna pasa por tres pasos [4]:

 

  1. La identificación y producción de aquella sustancia que va a desencadenar la respuesta inmunológica.
  2. Pruebas en modelos animales.
  3. Ensayos clínicos.

 

La primera fase es una de las más renovadas, con tres generaciones que demuestran el avance de la ciencia en un intento de disminuir los efectos adversos y mejorar su eficacia y producción. En la primera generación contamos con las vacunas de virus vivos atenuados o inactivados es decir, la vacuna contiene el virus, pero está “muerto”, no ocasiona la enfermedad, pero es capaz de ocasionar una respuesta inmunológica; por ejemplo, la vacuna contra sarampión, hepatitis A y B o varicela. Posteriormente aparecieron las vacunas recombinantes o subunidades, las cuales contienen la porción del virus o bacteria que es responsable de desencadenar la respuesta inmunológica. Esta proteína se “combina” con porciones de otro virus para replicarse y así obtener en gran cantidad esa proteína que servirá para crear la vacuna, es el caso de las vacunas contra rotavirus o difteria. Y las vacunas de última generación que contienen mRNA, es decir, un código de instrucciones, que nuestro organismo lee e interpreta para producir esa sustancia que desencadenará la inmunidad, sin necesidad de utilizar el virus en sí, para elaborar la vacuna.

 

Cada una de las fases para el desarrollo de una vacuna debe demostrar su seguridad y eficacia, con pruebas estrictas, y con métodos que disminuyen el riesgo de efectos adversos. La vacuna contra el SARS-CoV2 es un ejemplo del avance de la ciencia. Si se elaboró de forma rápida, es porque se disponía de un respaldo de conocimiento científico formado a lo largo de los años, presupuesto y casos de enfermedad para poder desarrollarla y comprobar su eficacia.

 

Soy joven y fuerte, ¿Para qué me vacuno?

 

Probablemente habrás escuchado a alguien decir que si te enfermas de forma natural, tu sistema inmunológico puede protegerte e incluso generar una inmunidad mejor que la que podría proporcionar la vacuna; entonces, ¿por qué vacunarse? Bueno, porque no siempre es así, muchas infecciones son letales, no tienen cura o dejan secuelas graves, y de la misma forma que en el siglo XVII, Edward Jenner vacunó al hijo del jardinero para protegerlo de una enfermedad que podía matarlo, nos enfrentamos a un periodo en el que las consecuencias de romper esa inmunidad colectiva que nos brinda la vacunación, expone a todas aquellas personas que por cuestiones de salud no pueden recibir una vacuna, ya sea por una alergia o una deficiencia inmunológica. Al vacunarte, no solamente te proteges tú, sino a las personas que te rodean. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) ha establecido que una alta cobertura de vacunación ayuda a disminuir la propagación del virus, porque las personas vacunadas lo propagan por menor tiempo, y además previene la aparición de nuevas variantes, aquellas con alto número de mutaciones que pueden esquivar la inmunidad proporcionada por infección previa o vacunación.

 

La ciencia avanza a pasos agigantados, mientras la ignorancia continúa diciendo “que una vacuna que se desarrolló tan rápido no puede ser segura”, “que tiene un chip para controlar a la población” e inserte aquí la frase que desee de alguien que no confía en la ciencia. Pero si ese es el caso, tampoco usemos el celular, producto de la tecnología que nos permite comunicarnos prácticamente desde cualquier parte del mundo, o tu reloj inteligente que puede contar los pasos y revisar tu frecuencia cardiaca e incluso avisar a emergencias si tuviste un accidente, o cualquier medicamento que el avance de la ciencia ha sido capaz de producir para mejorar tu calidad de vida.

Antivacunas y el regreso de enfermedades olvidadas

Referencias:

 

[1] Hussain A, Ali S, Ahmed M, Hussain S. The Anti-vaccination Movement: A Regression in Modern Medicine. Cureus. 2018.

 

[2] Rao TS, Andrade C. The MMR vaccine and autism: Sensation, refutation, retraction, and fraud. Indian J Psychiatry. 2011;53(2):95-6.

 

[3] Anderson RM. The Impact of Vaccination on the Epidemiology of Infectious Diseases.  The Vaccine Book2016. p. 3-31.

 

[4] Tahamtan A, Charostad J, Hoseini Shokouh SJ, Barati M. An Overview of History, Evolution, and Manufacturing of Various Generations of Vaccines. J Arch Mil Med. 2017;5(3):e12315.

 

 

Para saber más

 

Para mayor información, en lugar de preguntarle a tu vecino, te invito a visitar la página de la Organización Mundial de la Salud:

https://www.who.int/es/news-room/questions-and-answers/item/vaccines-and-immunization-what-is-vaccination?

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Responsable de la última actualización de este número: Roberto Abad, Av. Universidad 1001, Col. Chamilpa, CP 62209.


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